La ONU pidió un acceso humanitario inmediato para ayudar a 1,5 millones de habitantes de Alepo, mientras las fuerzas del régimen y los rebeldes se preparan para una batalla decisiva que decida el control de la segunda ciudad de Siria.

Tanto las tropas progubernamentales, apoyadas por la aviación rusa, como los grupos rebeldes, junto a sus aliados yihadistas, han recibido importantes refuerzos de hombres y armas en Alepo y sus alrededores.

El sábado, los insurgentes consiguieran romper el cerco de tres semanas impuesto por el régimen en sus barrios, en el este de la ciudad, y lograron al mismo tiempo rodear parcialmente los barrios prorrégimen del oeste.

Cientos de miles de civiles viven bloqueados en la ciudad, antaño capital económica del país, donde los alimentos y productos básicos empiezan a escasear y los precios se han disparado.

Ante esta situación, el coordinador humanitario de la ONU para Siria, Yacub El Hillo, y el coordinador regional Kevin Kennedy pidieron, en un comunicado difundido el lunes por la noche, una “pausa humanitaria” en los combates.

“La ONU está dispuesta a ayudar a la población civil de Alepo, una ciudad unida por el sufrimiento”, afirmó la organización.

Pero “necesita al menos un verdadero alto el fuego o pausas humanitarias semanales de 48 horas para tener acceso a las personas necesitadas (…) y para reabastecer las reservas de alimentos y medicinas, que están a un nivel peligrosamente bajo”, añade el texto.

‘La vida de los niños en grave peligro’

Las dos facciones consiguen enviar alimentos y otros productos hacia sus sectores, pero estas vías de suministro no son lo bastante seguras para los civiles.

“Toda la ciudad está sin agua corriente desde hace cuatro días (…) los niños y las familias de Alepo se encuentran en una situación catastrófica”, alertó por su parte el Fondo de la Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

“Los cortes de agua ocurren en plena canícula, lo que expone a los niños a riesgos graves de enfermedad”, destacó Hanaa Singer, representante de UNICEF en Siria. “El restablecimiento del agua corriente potable no puede esperar al final de los combates. La vida de los niños está en grave peligro”, insistió.

Según la ONU, dos millones de personas “viven ‘de facto’ con el miedo de estar cercadas”, de ellas 275.000 están “bloqueadas en el este de Alepo”.

Los expertos estiman por su parte en 1,5 millones las personas que viven en el este y el oeste de la segunda ciudad siria. Al menos 1,2 millones viven en la parte gubernamental y 250.000 residen en los barrios rebeldes.

La última ola de violencia empezó a fines de junio cuando las fuerzas del régimen lanzaron una ofensiva para cortar la ruta del Castello, en el norte de Alepo, la última vía de abastecimiento para los insurgentes.

A mediados de julio, consiguieron cortar el eje y cercaron el sector rebelde durante tres semanas, hasta que el sábado pasado los insurgentes lograron apoderarse de Ramusa, un distrito progubernamental en el sur de la ciudad, por donde transitaban los suministros del régimen.

‘La madre de todas las batallas’

El martes, los combates se producían cerca de Ramusa, que las fuerzas del régimen quieren recuperar como sea.

“La batalla de Alepo es sin duda la más simbólica y la más estratégica de todas las de Siria”, escribe Charles Lister, del Middle East Institute, en un análisis difundido en internet titulado “Alepo, la madre de todas las batallas”.

Yaser Abdelrahim, un comandante rebelde, afirmó a la AFP que se estaban preparando pero que “la gran batalla todavía no ha comenzado”. “Esperamos más refuerzos e intentamos identificar los puntos débiles del enemigo”, añadió.

El conflicto de Siria ha causado más de 290.000 muertos y millones de desplazados desde que se inició en 2011.