Los talibanes emplean esclavos sexuales para infiltrar y atacar a la policía en el sur de Afganistán, aprovechando una práctica ancestral que consiste en usar muchachos como juguetes para obtener placer o diversión, indicaron a la AFP autoridades y supervivientes de estos ataques.

El “bacha bazi“, que significa “jugar con niños“, está todavía extendido en algunas regiones del este, el sur y el norte del país. Consiste en utilizar chicos prepúberes, en ocasiones maquillados y travestidos, como bailarines y esclavos sexuales.

Para algunos comandantes de policía de la provincia de Uruzgán, los “bacha bereesh”, los “muchachos imberbes”, son verdaderos trofeos que cuidan preciosamente.

Desde hace casi dos años, los rebeldes talibanes explotan este talón de Aquiles para multiplicar los ataques contra las fuerzas de seguridad.

Un portavoz de los talibanes, contactado por la AFP, desmintió formalmente estas prácticas.

Sin embargo, los insurgentes recurren habitualmente a estos jóvenes esclavos sexuales para llevar a cabo acciones -al menos seis entre enero y abril-, que costaron la vida a varios centenares de policías, principalmente en la provincia de Uruzgan, según fuentes judiciales, de seguridad y supervivientes de estos ataques.

“Los talibanes envían muchachos, chicos guapos, a infiltrarse en los puestos de policías para matar, drogar o envenenar a los agentes”, explicó a la AFP Ghulam Sakhi Rogh Lewanai, exjefe de la policía provincial hasta abril. “Descubrieron el punto débil de nuestras fuerzas de policía: el ‘bacha bazi"”, confiesa.

‘Caballos de Troya’

Los ataques perpetrados por estos infiltrados han debilitado considerablemente a un ejército y a una policía que ya tiene dificultades para combatir a los talibanes en esta remota región montañosa, vecina de la peligrosa provincia de Helmand en el sur del país.

“Es más fácil perseguir a los kamikazes que a los atacantes de tipo ‘bacha"”, indicó un alto responsable provincial que desea mantener el anonimato.

“Estos ataques de bacha crean una gran desconfianza entre la policía”, dijo por su parte a la Seddiqullah, comandante de un retén cerca de la capital provincial, Tarin Kot.

Matiullah, un expolicía de 21 años, explica que los talibanes utilizan a estos adolescentes como caballos de Troya. Él mismo sobrevivió en 2015 a uno de estos ataques en el que siete de sus compañeros perdieron la vida.

El atacante era un adolescente llamado Zabihullah que el jefe del puesto de policía mantenía como esclavo sexual.

Una noche, Zabihullah mató fríamente a los policías cuando dormían. “A continuación, hizo entrar a los talibanes y comprobó con la culata de su arma que no había supervivientes. Yo me hice el muerto”, recuerda Matiullah, reconvertido en sastre.

Cuando los talibanes gobernaban Afganistán (1996-2001), prohibieron el “bacha bazi”. Actualmente, aseguran que no lo han utilizado nunca en el marco de su lucha contra las fuerzas afganas.

“Tenemos brigadas de muyahidines para este tipo de operaciones. Son hombres adultos con barba”, explicó a la AFP un portavoz de los rebeldes.

Sin embargo, tanto el gobierno como asociaciones pro derechos humanos afirman que los talibanes recurren a los niños soldado.

La inmensa mayoría de los 370 retenes y comisarías de Uruzgán cuentan con al menos un joven esclavo sexual, a veces incluso cuatro, que pueden también ocasionalmente portar armas, aseguraron varios responsables locales, entre ellos el exjefe de la policía provincial.

Las reiteradas agresiones sexuales, los abusos de todo tipo cometidos por los policías contra estos jóvenes empujan a muchos adolescentes deseosos de vengarse hacia los talibanes. Hasta el punto que aquellos que intentan escapar de sus violadores son a menudo acusados, cuando son atrapados, de ser cómplices de los rebeldes, indicaron dos jueces provinciales a la AFP.

Una ‘adicción peor que el opio’

Los muchachos son también la causa de enfrentamientos, algunos mortales, entre policías que se acusan mutuamente de haber “robado” el “bacha” del otro.

“Para que la seguridad regrese a Uruzgán, primero hay que separar a los policías de sus ‘bachas"”, explica a la AFP un juez. “Pero cuando les decimos que cambien sus costumbres, nos responden: ‘Si me obligan a abandonar mi ‘bacha’, abandonaré también mi puesto’. Los talibanes han sabido aprovechar esta adicción, peor que el opio”.

La práctica del “bacha bazi” consiste en borrar todos los atributos masculinos de los chicos. Sus “amos” los visten ridículamente con vestidos, los maquillan y los obligan a adoptar una actitud afeminada.

Mediante el “bacha bazi”, compensan así la ausencia de las mujeres, poco visibles en el espacio público de este país musulmán ultraconservador, y la imposibilidad en ocasiones de casarse a causa del elevado coste de la dote.

En la mayor parte de Afganistán, el “bacha bazi” es una práctica clandestina y tabú, pero en Uruzgán es un medio de acrecentar su prestigio y no está considerada como una violación o como pederastia.

“La práctica del ‘bacha bazi’ es una forma de esclavitud sexual de menores. Está considerada como una costumbre local y no un crimen”, confirma Charu Lata Hogg, de la oenegé Child Soldiers International, con sede en Londres.

Los policías incluso mostraron sin complejos a la AFP fotos de sus “chicos guapos” en sus teléfonos celulares.

“¡Venga a ver mi chico guapo!”, dice Naqibullah, un comandante de policía de la localidad de Dehjawze, cerca de Tarin Kot.

Naqibullah se jacta de retenerlo desde hace dos años. El chico, de largos cabellos rizados teñidos de rubio y con kohl alrededor de los ojos, está sentado en un rincón y sirve en silencio el té a los invitados de Naqibullah.

Según el gobernador provincial Mohammed Nazir Kharoti, Naqibullah fue detenido durante un mes antes de ser puesto en libertad para ir a luchar contra los talibanes. “Difícil de aplicar la ley al 100% en un país en guerra”, se justifica el gobernador.

El ministerio afgano del Interior rechazó comentar el recurso a los “bachas” por parte de los insurgentes.

En cambio, la AFP tuvo acceso a dos cartas del ministerio de Justicia dirigidas a una agencia paragubernamental con sede en Uruzgán, en la que el gobierno de Kabul ordena investigar las agresiones sexuales y los niños soldado.

“No hemos podido acceder a los puestos de policía para investigar”, explicó el responsable de esta agencia, que pidió el anonimato. “¿Creen que los jefes de policía nos dejarán marcharnos con vida si investigamos estos crímenes?”, se pregunta.