Rusia ya no recurre sólo a la estrategia bélica clásica en la crisis con Ucrania.

Un ciberataque contra el Ministerio de Defensa y los dos principales bancos de Ucrania, PrivatBank y Oschadbank. Transitoriamente, los clientes no pueden utilizar sus tarjetas de débito, las operaciones bancarias en línea no funcionan. Desde la línea del frente, en el este de Ucrania, se reportan redoblados combates entre los rebeldes prorrusos de Lugansk y Donetsk y el Ejército ucraniano. Y hay informaciones acerca de que la Duma rusa reconocerá esas autoproclamadas repúblicas.

La lista podría prolongarse fácilmente. Esas son solo algunas acciones puntuales de la guerra híbrida que Rusia libra desde hace ya ocho años contra Ucrania. Con frecuencia, el mundo ni las toma en cuenta. Para los habitantes de Ucrania es algo cotidiano. “En la guerra híbrida, son especialmente importantes los recursos no militares”, dice Margarete Klein, experta en Europa del este de la fundación berlinesa Ciencia y Política (SWP).

“No se trata en primer lugar de conquistar militarmente un territorio, sino de ganar influencia. Las demostraciones de poderío militar, como el actual desplazamiento de tropas o las maniobras en Bielorrusia, o también los anuncios coordinados de retirada, son parte de un abanico más amplio de instrumentos. También se trata de determinar la narrativa”, explica la experta, subrayando que Vladimir Putin domina esto “magistralmente””.

Calma en Kiev

Quien escudriñe por estos días las redes sociales ucranianas o converse con la gente, verá que muchos en Ucrania se muestran sorprendentemente tranquilos. De seguro hay familias muy preocupadas o que incluso piensan emigrar, pero, en Kiev, impera la calma.

La gente a todas luces se ha acostumbrado a la guerra híbrida de Rusia.

“Es una estrategia de desgaste con la que se intenta sobre todo generar presión política interna en Ucrania para inducirla a largo plazo a volver a una línea prorrusa”, indica la analista de la SWP. “Otro objetivo es, de seguro, generar también en Occidente cansancio en torno al conflicto de Ucrania”.

Se trata de crear una impresión. “Sobre todo de presentar al gobierno estadounidense como paranoico. Eso incluye anunciar la retirada justo en el momento en que el canciller alemán, Olaf Scholz, visita Moscú”, opina Margarete Klein. Y agrega: “Al mismo tiempo, no vemos suficientes pruebas de un repliegue sustancial, sobre todo de aquellas unidades que fueron trasladadas desde lejos, como de Siberia o el extremo oriental. Esa sería realmente una señal de retirada. En lugar de eso, se retiran tropas que pueden volver a ser trasladadas rápidamente”, indica.

Putin apunta contra la economía ucraniana

Este espectáculo militar tiene repercusiones concretas en Ucrania. Debido al peligro de guerra, real o ficticio, la línea aérea nacional perdió a corto plazo su seguro y anunció que estacionará sus aviones en el exterior. El gobierno tuvo que pensar en crear un fondo de seguridad de 500 millones de euros para la aerolínea.

La línea proeuropea de Ucrania es respaldada económicamente por Occidente, y en especial por la Unión Europea, señala Margarete Klein. Por eso, uno de los objetivos de Putin en esta guerra híbrida es afectar la economía ucraniana. A su juicio, a Rusia no le interesa en primer lugar tener un colchón de seguridad ante los países orientales de la OTAN, sino acabar por completo con la orientación proeuropea de Kiev.

“Mediante la guerra híbrida se provoca inseguridad, dirigida también a asustar a los inversionistas”, apunta. Porque la economía ucraniana hasta ahora ha sido sorprendentemente exitosa con su rumbo prooccidental.