El doctor Mark Schmidt, principal acusado en el caso internacional de dopaje sanguíneo conocido como ‘Aderlass’, fue condenado a cuatro años y diez meses de prisión por un tribunal de Múnich.

La fiscalía había pedido cinco años y medio de prisión contra este médico de 42 años, culpable de haber organizado una red internacional clandestina de dopaje sanguíneo, activa al menos desde 2012 a 2019, a beneficio de esquiadores y ciclistas.

La investigación identificó a 23 clientes del laboratorio clandestino, de ocho nacionalidades diferentes.

El tribunal además dictó que Schmidt no podrá ejercer la medicina durante tres años y recibió una multa de 158.000 euros (191.000 dólares).

Sus cuatro cómplices también fueron reconocidos como culpables. El principal, Dirk Q., ha recibido dos años y cuatro meses de prisión, prácticamente la detención preventiva que ha tenido.

La enfermera Diana S., que reconoció haber practicado transfusiones sanguíneas a los deportistas, fue condenado a un año y cuatro meses condicionales. Los otros dos, entre ellos el padre del médico, fueron multados.

‘Tomé un mal rumbo’

“Tomé un mal rumbo, todo ha sido mi culpa”, reconoció Schmidt el último día del juicio, el viernes pasado. “Lo siento mucho por haber llevado a los otros cuatro conmigo”, añadió.

El caso ‘Aderlass’ estalló públicamente el 27 de febrero de 2019, cuando la policía austríaca procedió a una operación en la sede del Mundial de esquí nórdico, en el Tirol austríaco.

Cinco deportistas fueron detenidos en el lugar y Schmidt, que dirigía la red que suministró sustancias dopantes a una veintena de deportistas de diversas disciplinas y nacionalidades, fue arrestado el mismo día por la policía alemana en Erfurt, en el marco de una operación denominada ‘Aderlass’ por los investigadores (‘sangrado’ en alemán).

La justicia austriaca ya ha pronunciado varias condenas de prisión por este caso, por ejemplo a los esquiadores Johannes Dürr, Max Hauke y Dominik Baldauf o el exciclista Georg Preidler.

Pero al contrario de lo esperado por las autoridades deportivas, el juicio a Schmidt no ha permitido que salieran a la luz más nombres ni implicar a deportistas de primer nivel.

Schmidt intentó justificarse afirmando que no tenía beneficios en el caso. Señaló que pidió 5.000 euros por año (6.000 dólares) a cada uno de sus clientes por sus manipulaciones sanguíneas y a veces recibía parte de las primas que recibían cuando ganaban. Pero, según su versión, los gastos del laboratorio clandestino, de desplazamiento y de hotel se llevaban todo el dinero.

Durante el juicio, el acusado se describió como un médico “fascinado por el deporte de alto nivel” y no por el dinero. “Siempre lo vi como una afición”, aseguró este doctor nacido en una familia de deportistas.