Este sábado 1 de febrero, el Reino Unido dejó oficialmente de formar parte de la Unión Europea, luego de 47 años de formar parte de ella. Una “nueva era” que incluye negociaciones comerciales con Bruselas, pero también con Washington, y superar las divisiones al interior del país.

“El telón se levanta para un nuevo acto en nuestro gran drama nacional”, dijo el primer ministro Boris Johnson el viernes, una hora antes de la medianoche, entre gritos de júbilo de unos y lágrimas de tristeza de otros.
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Las doce campanadas del Big Ben han marcado una nueva era para el Reino Unido. A partir del 1 de febrero del 2020, la Unión Europea pierde uno de sus miembros, ahora conformada por 27 países miembros en lugar de 28.

“Despedida de la UE” (The Times), “El día que decimos adiós” (The Guardian) o “El Reino Unido corta finalmente lazos con la UE” (Financial Times), toda la prensa recibía el día con la nueva página que se abre en el futuro del país. “Ahora a construir el Reino Unido que nos prometieron”, exigía The Mirror.

De nuevo en solitario desde que en 1973 entró en la Comunidad Económica Europea -antecesora de la UE-, los británicos deben ahora “usar estos nuevos poderes, esta soberanía recuperada, para lograr los cambios por los que la gente votó”, aseguró el primer ministro Boris Johnson en un mensaje dirigido a la nación, una hora antes de la medianoche.

DANIEL LEAL-OLIVAS / AFP
DANIEL LEAL-OLIVAS / AFP

Referéndum del 2016

El sorprendente resultado del referéndum de 2016, en que contra los pronósticos 52% de británicos votó a favor del Brexit, fue explicado por muchos como una reacción desesperada de la parte del país -principalmente Gales y el norte de Inglaterra- olvidada por una globalización que enriqueció a Londres y agravó las desigualdades.

Johnson, que llegó al poder en junio del 2019 al reemplazar a Theresa May como líder del gubernamental Partido Conservador, no logró romper el bloqueo político hasta que convocó elecciones anticipadas en diciembre.

Y entonces, también para la sorpresa general, arrebató al opositor Partido Laborista incontables circunscripciones obreras que habían votado mayoritariamente por el Brexit y se desesperaban ante los retrasos de una salida inicialmente prevista para el 29 de marzo de 2019.

Consciente de que estos votantes le habían “prestado” su voto, prometió reunificar al país e invertir, en educación o sanidad, para mitigar las desigualdades tras llevar a cabo lo que durante mucho pareció imposible: hacer efectivo el divorcio con sus 27 socios europeos.

“Este es el amanecer de una nueva era en la que ya no aceptamos que las oportunidades de su vida -las oportunidades de su familia- deben depender de la parte del país en la que haya crecido”, afirmó.

“Hay mucho en juego”

El lunes 3 de febrero, Johnson tiene previsto dar un discurso en el que marcará las grandes líneas de adónde pretende llevar a los británicos y qué papel en el mundo quiere para el nuevo Reino Unido.

“Boris dice a la UE: no más concesiones”, titulaba por su parte el Sunday Express, asegurando que el primer ministro dice “¡No, Non, Nein!” a la Unión Europea.

Pero, de momento, tendrá que lidiar con el descontento de una importante parte del país, Escocia, una nación semiautónoma de 5,4 millones de personas en su mayoría contrarias al Brexit que, en un intento de volver a la Unión Europea, parece cada vez más tentada por una eventual independencia.

De momento, gracias a un periodo de transición que va hasta finales de diciembre, poco o nada cambiará para la mayoría de habitantes del país.

“No va a ser una enorme transformación”, explica a la AFP Jill Rutter, del centro de reflexión UK in a Changing Europe (Reino Unido en una Europa cambiante).

“Lo que cambia es que el Reino Unido abandona todas las instituciones políticas de la UE” pero “para la gente normal es la vida como siempre”, agrega.

Sin embargo, “hay muchas cosas en juego”, señala.

En los próximos meses, Londres tendrá que negociar su futura relación con Bruselas al tiempo que trata de alcanzar un ambicioso tratado de libre comercio con Estados Unidos, su principal baza para reemplazar a su socio europeo.

Johnson decidió que no quiere alinearse con las normas europeas.

Pero “¿podrá mantenerlo cuando se enfrente a la presión de las organizaciones empresariales y algunos diputados de zonas industriales?”, se pregunta Rutter. “Todavía no lo sabemos”.