España, Portugal, Irlanda, Holanda, Dinamarca… la ola euroescéptica no llegó a varios países del continente, o resultó menos poderosa de lo previsto. Si bien triunfó el derechista Partido Popular Europeo (PPE) -seguido por socialdemócratas, liberales y verdes- se trata de un bloque con propuestas proeuropeas.
En España, que envía a la Eurocámara el quinto mayor contingente de diputados, los socialistas del presidente del gobierno Pedro Sánchez fueron los claros vencedores de las elecciones europeas de ayer domingo, con casi un 33% de votos. Son 13 puntos más que los conservadores del Partido Popular (PP), también proeuropeos.
Al contrario que en otros grandes países de la UE, como Francia o Italia, donde ganaron la extrema derecha de Marine Le Pen y Matteo Salvini, los ciudadanos españoles “no están divididos en cuanto a la integración europea”, explica José Ignacio Torreblanca, del instituto de análisis europeo European Council on Foreign Relations (ECFR).
Ni siquiera ha apostado por el antieuropeísmo el partido de extrema derecha Vox, que perdió terreno respecto a las legislativas españolas del 28 de abril, pasando de un 10% de votos al 6%.
Y es que la UE es sinónimo de libertad y prosperidad.
“En España, la integración europea (en 1986) y el retorno a la democracia (tras el fin de la dictadura franquista en 1975) son dos caras de la misma moneda”, apunta Torreblanca.
Prosperidad
Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Robert Schuman, da la clave: hay una relación evidente entre los beneficios que estos países han obtenido de su pertenencia a la UE y la ausencia de fuerzas euroescépticas notables.
“Estos países se han visto transformados por su pertenencia a la UE (…) Dublín se ha convertido en la puerta de entrada de las inversiones de los Gafa (Google, Amazon, Facebook y Apple) en Europa”, comenta el analista, citando también las espectaculares transformaciones en España, Portugal y los países bálticos.
Según el Eurobarómetro publicado por el Parlamento Europeo, Irlanda es uno de los países más eurófilos. Un 83% de sus ciudadanos consideran positiva la adhesión a la UE, frente a una media del 61% entre los 27 países miembros (sin incluir a Reino Unido).
Irlanda -donde los centristas proeuropeos del Fine Gael lideran los resultados, según las estimaciones- salió muy beneficiada de su adhesión a la UE en 1973: 42.000 millones de euros de fondos europeos inyectados, 700.000 empleos creados, y un comercio multiplicado por 90, según estadísticas irlandesas.
Según Giuliani, es la Historia la que explica que en otros países como Hungría y Polonia, beneficiados no obstante por su adhesión al bloque, hayan ganado las europeas el soberanista Viktor Orban y el nacionalista conservador Jaroslaw Kaczynski.
“Para España, Europa es sinónimo de democracia y prosperidad. En Hungría y Polonia, Europa significa prosperidad y seguridad, pero también una cosa que choca con la voluntad de recuperar la soberanía nacional”, veinte años después del fin del comunismo, explica.
Una ola contenida
En Portugal, que entró en la UE en 1986, como España, y también después de una larga dictadura, se impusieron los socialistas del primer ministro António Costa. La derecha populista obtuvo un pequeño porcentaje de votos.
En los tres países bálticos -ex repúblicas soviéticas que se unieron a la UE en 2004, sinónimo de prosperidad y seguridad frente al vecino ruso-, Lituania no tenía ninguna fuerza euroescéptica notable en lista en estos comicios europeos.
La presidencial lituana demostró además la debilidad de la corriente populista, ya que tanto el ganador, Gitanas Nauseda, como su rival Ingrida Simonyte, eran proeuropeos.
En Holanda, según estimaciones, los electores demostraron su apego a la UE colocando en cabeza a los laboristas y no a los populistas del FvD, como preveían los sondeos.
En Dinamarca, el euroscéptico Partido del Pueblo Danés, vencedor de las europeas de 2014 con el 26,6% de votos, se descalabró quedando en sólo un 11% este domingo.