La primera ministra Theresa May buscaba el lunes dar un impulso a sus conversaciones con la oposición británica y los líderes europeos para desbloquear el encasquillado dosier del Brexit, dos días antes de la cumbre donde pedirá una nueva prórroga a la UE.

Mientras en Londres proseguían los contactos entre Downing Street y el opositor Partido Laborista, los gobiernos de Berlín y París anunciaron que la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, recibirán a la jefa de gobierno británica el martes, en la víspera de una enésima cumbre europea dedicada al Brexit.

Para May “es importante dejar claros los motivos para la petición” de una nueva prórroga “antes del consejo europeo”, explicó un portavoz de la primer ministra, precisando que ya conversó por teléfono con otros dirigentes de los 27.

Tras el referéndum de 2016 en que 52% de británicos votó por salir de la Unión Europea, Reino Unido debía haber abandonado el bloque el 29 de marzo. Pero ante la negativa del Parlamento británico a aprobar el Tratado de Retirada, firmado por May con los 27 en noviembre, la UE retrasó esa fecha hasta el 12 de abril.

Los líderes europeos se reúnen de nuevo el miércoles en Bruselas, donde May ya anunció que intentará obtener una segunda prórroga hasta el 30 de junio,
aunque responsables comunitarios propusieron concederle más bien un largo aplazamiento -de hasta 12 meses- con la posibilidad de que el país salga antes si logra aprobar un acuerdo.

“Hacer concesiones”

La tensión aumenta antes de esta nueva cita crucial, y varias capitales europeas advirtieron que si quiere obtener otro tiempo adicional la primera ministra debe dejar muy claro qué piensa hacer con él.

En un intento de poner fin a meses de crisis política, May inició la semana pasada negociaciones con los laboristas.

Sin embargo, tras varios días de contactos, estos se quejaron el viernes de que el equipo gubernamental se mantenía inflexible.

Pese a una aparente falta de progresos durante el fin de semana, el ministro de Cultura, Jeremy Wright, enfatizó el lunes en la radio BBC la necesidad de “avanzar”. “Debemos asegurarnos de que estamos todos preparados a hacer concesiones para alcanzar nuestro principal objetivo”, dijo.

La propia May, acusada a menudo de inflexible, admitió el domingo en un inusual vídeo divulgado en las redes sociales que llegar a un consenso harán falta “compromisos” de ambas partes.

“Hay muchas cosas en las que no estoy de acuerdo con el Partido Laborista (…), pero creo que estamos de acuerdo en algunas cosas en el Brexit (…)
por eso estamos hablando”, explicó, ante la ira que la iniciativa provocó entre algunos conservadores que no querían ver al líder izquierdista Jeremy Corbyn implicado en la solución a este embrollo.

La clave, la futura relación

Europa, que cada vez hace más abiertamente patente su hartazgo con el caos político británico, mira este último intento de salvar el acuerdo de Brexit con una mezcla de esperanza y preocupación.

En opinión del ministro español de Asuntos Exteriores, Josep Borell, “los próximos días u horas van a ser críticas para saber si finalmente hay un acuerdo que permita resolver el problema antes de que se constituya el Parlamento Europeo” a principios de julio.

Esto permitiría que Reino Unido no mande nuevos representantes a la Eurocámara y salga de los órganos decisivos de la UE en un momento en que el bloque quiere llevar a cabo una importante reforma.

“Eso sería lo ideal y es una esperanza que todavía no se ha perdido”, reconoció el lunes Borell. “Pero claro, lo tienen que hacer los laboristas y conservadores. La UE no puede resolver los problemas internos de la política británica”, agregó a su llegada a una reunión de cancilleres en Luxemburgo.

Pero, ¿qué necesitaría May para obtener por fin la luz verde de un Parlamento que ya tumbó su texto tres veces?

Las conversaciones con los laboristas giran principalmente en torno a la posibilidad de una unión aduanera con la UE tras el Brexit,
lo que permitiría mantener de forma fluida el importante comercio entre ambas partes.

Es lo que se denomina la “futura relación”, que Londres y Bruselas deberán negociar tras el divorcio y cuyas bases están recogidas en una declaración política firmada por los 28 países miembros en noviembre.

Es un texto que “puede mejorarse”, afirmó el domingo el negociador europeo Michel Barnier, subrayando una vez más sin embargo que se trata de “lo único que es negociable”.