La principal familia política de la Unión Europea, el PPE (derecha), decidió este miércoles no expulsar, sino suspender al partido del controvertido mandatario húngaro, Viktor Orban, una decisión “vergonzosa” para sus rivales que complica sus alianzas tras los comicios europeos.

Tras una serie de polémicas en su país y en Europa, como su negativa a acoger refugiados, la gota que colmó el vaso del Partido Popular Europeo fue una campaña en Hungría que criticaba directamente al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, miembro del PPE.

Alrededor de un núcleo formado por los países del Benelux y de Escandinavia, 13 partidos miembros de esta familia política, que preside las tres principales instituciones del bloque, habían exigido a principios de marzo la suspensión, e incluso la expulsión, del Fidesz de Orban.

Sin embargo, al término de una tensa reunión de la Asamblea Política del PPE en Bruselas, la formación anunció que “de común acuerdo” con el Fidesz convinieron su “suspensión” indefinida, una decisión apoyada por los delegados presentes por 190 votos a favor y 3 en contra.

El presidente del PPE, Joseph Daul, que amenazó incluso con dimitir para hacer presión para lograr la aprobación de este compromiso, explicó que la suspensión implica que el Fidesz no podrá asistir a todas las reuniones del partido, no tendrá derecho a voto ni a proponer candidatos.

Las condiciones impuestas a la formación de Orban se resumen a las que Manfred Weber, jefe de filas de esta familia política en la Eurocámara, ya le había fijado: pedir disculpas, poner fin a su controvertida campaña y aclarar la situación de la Universidad de Europa Central, en Budapest.

Con la imposición de estas condiciones, que un órgano presidido por el ex presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy, supervisará y emitirá un informe sobre su aplicación “en su debido momento”, el PPE posterga decidir sobre una eventual y complicada expulsión.

“Argucia política”

A dos meses de las elecciones europeas, previstas del 23 al 26 de mayo, algunos en el seno del PPE temían un escenario similar al de 2009, cuando el Partido Conservador del entonces líder de la oposición británico, David Cameron, abandonó el grupo de esta familia en la Eurocámara.

Diez años después, y en un momento en que los sondeos apuntan a que un PPE a la baja necesitará alianzas con más partidos para poder gobernar, se teme que Orban se marche y se alíe con la Liga del primer ministro italiano, el ultraderechista Matteo Salvini.

“Yo estaba dispuesto a dar un portazo, pero la mayoría de los miembros no quería nuestra marcha, ya que comprendieron que somos un partido fuerte y que no era prudente obligarnos a abandonar la familia”, defendió el mandatario húngaro en una rueda de prensa en Bruselas tras la reunión.

El primer ministro, uno de los ocho con los que cuenta el PPE en el Consejo Europeo de 28 mandatarios, subrayó así que podrá hacer campaña por Weber para presidir la Comisión, quien por su parte quiso marcar distancias, subrayando que la expulsión “sigue sobre la mesa”.

Las reacciones en plena precampaña de los rivales de la formación de derecha en las elecciones europeas auguran de hecho que este último podría tener complicado lograr una mayoría para suceder Juncker, tras unas elecciones que se ven como un lucha entre europeístas y populistas.

Udo Bullmann, jefe de filas en la Eurocámara de los socialdemócratas, aliados tradicionales del PPE en las instituciones, aseguró que la “credibilidad” de esta familia política “como socio fiable en la lucha contra el populismo de derechas ha sufrido considerablemente”.

El líder de los liberales en la Eurocámara, Guy Verhofstadt, aseguró que “el PPE ha perdido la autoridad moral para dirigir” el bloque con esta “argucia política que avergüenza” a Europa. Los ecologistas también llamaron a Weber a escoger “su campo”.

La Eurocámara pidió en septiembre iniciar un duro proceso sancionador contra Budapest, preocupados por la independencia de la justicia, por la libertad de expresión o por la situación de los migrantes en un país que el mandatario de 55 años gobierna ininterrumpidamente desde 2010.

Atrás queda el tiempo en que este padre de cinco hijos era una de las esperanzas del campo liberal en una Europa sacudida por la caída del Telón de Acero.