La jefa del gobierno británico, Theresa May, logró el miércoles, contra las expectativas de muchos, que su dividido consejo de ministros aprobase el controvertido acuerdo de Brexit alcanzado con Bruselas, que costó dos años de negociaciones y recibió duras críticas en el parlamento.

La noche había caído en Londres cuando una sonriente Theresa May salió por la célebre puerta del número 10 de Downing Street, donde se encuentran sus oficinas, al término de una frenética reunión de cinco horas.

“La decisión colectiva del gabinete es que el gobierno debe apoyar el proyecto de acuerdo”, dijo a los periodistas. “Esta es una etapa decisiva que nos permite seguir adelante”, agregó.

Los mercados respiraron aliviados y, después de haber fluctuado mucho durante el día, la libra subió por la noche hasta 1,3058 dólares.

El texto, de 585 páginas, debe aún ser aprobado por los líderes de los otros 27 países de la Unión Europea. Por la mañana, el primer ministro irlandés Leo Varadkar había afirmado que si el documento obtenía el aval del ejecutivo británico “probablemente haya un consejo europeo el 25 de noviembre”.

En rueda de prensa en Bruselas, el negociador europeo del Brexit, Michel Barnier, subrayó que Reino Unido y la Unión Europea realizaron “progresos decisivos” en su acuerdo de divorcio y urgió a ambas partes a asumir ahora su “responsabilidad” para que sea ratificado sin dificultades.

Tras convencer a un gabinete muy dividido sobre el Brexit, por el que ministros euroescépticos y proeuropeos dimitieron en los últimos meses, May se enfrenta aún a la casi imposible tarea de obtener el respaldo del parlamento.

May tiene una muy pequeña mayoría absoluta para la que depende del apoyo de los 10 diputados del pequeño partido norirlandés DUP, contrarios a que la provincia británica de Irlanda del Norte tenga un trato diferente al resto del Reino Unido.

Y se enfrenta a la rebelión de decenas de diputados conservadores partidarios de un Brexit duro.

ARCHIVO | Agence France-Presse
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“Nos esperan días difíciles”

Unos cien manifestantes convocados por grupos probrexit se habían reunido por la tarde ante las puertas de Downing Street para pedir a los ministros que rechazasen lo que consideran una “traición” al espíritu del Brexit, previsto para el próximo 29 de marzo.

“Solo queremos irnos, pero no nos escuchan”, dijo a la AFP un manifestante de 70 años que no quiso dar su nombre. “Quieren que votemos otra vez, lo que nos convertiría en un hazmerreír”, agregó en referencia a la petición de los activistas proeuropeos para que haya un nuevo referéndum.

“Sé que nos esperan días difíciles”, afirmó May en referencia a la avalancha de críticas de partidarios y opositores del Brexit. “Esta es una decisión que será intensamente escrutada”, reconoció, pero “creo firmemente que es el mejor acuerdo que podía negociarse”.

Por la mañana, el texto había recibido duros ataques en el Parlamento por parte de los diputados probrexit del propio Partido Conservador de May, que acusaron a la jefa del gobierno de haber hecho concesiones inaceptables a Bruselas.

“La primera ministra ha estado dos años negociando un mal acuerdo”, afirmó el líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn.

Los británicos decidieron en un referéndum el 23 de junio de 2016, con 52% de los votos, salir de la Unión Europea tras 43 años de integración.

El mayor problema en las negociaciones entre Londres y Bruselas fue cómo evitar la reimplantación de una frontera con vigilancia policial entre la República de Irlanda -miembro de la UE- y la provincia británica de Irlanda del Norte.

Ambas partes estaban de acuerdo en que una frontera dura podría amenazar el acuerdo de paz de 1998 que puso fin a 30 años de sangriento conflicto en Irlanda del Norte.

Gracias a la unión aduanera europea, las personas y las mercancías pueden circular libremente entre las dos Irlandas, lo que ha permitido reforzar los lazos intercomunitarios.

Las autoridades temen que si se instaura una infraestructura aduanera en la frontera tras el Brexit, esta pueda convertirse en blanco de ataques de grupos paramilitares disidentes.

El acuerdo prevé, según explicó Barnier, que mientras se busca una solución mejor, Reino Unido permanezca dentro de la unión aduanera europea e Irlanda del Norte continúe además dentro del mercado único.

La solución final pasará por la negociación de una futura relación entre Reino Unido y la Unión Europea, especialmente un eventual acuerdo de libre comercio, que debe entrar en vigor tras el final del período de transición previsto hasta el 31 de diciembre de 2020.

Si tal acuerdo no se ha alcanzado en esa fecha, la transitoriedad podría ampliarse, precisó Barnier.