La justicia húngara condenó el jueves a penas de hasta 25 años de cárcel a los traficantes responsables de la muerte por asfixia de 71 migrantes en un camión frigorífico hallado en Austria en agosto de 2015, un drama que conmocionó a la opinión pública.

Los cuatro principales acusados, de los 14 miembros de una red de tráfico de personas juzgados desde hace un año, escaparon a la cadena perpetua que pedía para ellos el fiscal Gabor Schmidt, quien quería que esta fuera irreducible para tres de ellos.

El cabecilla de la red, Samsoor Lahoo, un afgano de 31 años, sus dos adjuntos y el conductor del camión, los tres de nacionalidad búlgara, fueron condenados a 25 años de prisión.

Los otros diez acusados, mayoritariamente de nacionalidad búlgara y tres de los cuales están prófugos, fueron condenados a penas entre tres y doce años de cárcel.

Las víctimas -59 hombres, 8 mujeres y 4 niños, incluido un bebé- originarias de Siria, Irak y Afganistán, había subido al camión cerca de la frontera serbia en Hungría el 26 de agosto de 2015 con la esperanza de llegar a Alemania, en el momento álgido de la crisis migratoria.

Hacinados en el compartimento herméticamente cerrado del vehículo, murieron de asfixia en menos de tres horas después de que los traficantes se negaran a parar para dejarles respirar aire fresco pese a sus gritos de socorro.

El vehículo fue hallado al día siguiente, abandonado al borde de una carretera austríaca. La onda de choque que provocó este drama favoreció la apertura momentánea de las fronteras a miles de migrantes deseosos de llegar al oeste de Europa.

Acusados de “homicidio con agravantes de particular crueldad” durante este largo juicio que comenzó en junio de 2017 en Kecskemét, en el sur de Hungría, los principales acusados afirmaron no saber que los pasajeros del camión estaban agonizando pese a las pruebas irrefutables.

“Que los deje morir”

El jefe de la red, Samsoor Lahoo, repitió durante su declaración que no había “querido la muerte de nadie”.

Pero las escuchas telefónicas realizadas por la policía húngara no dejaban lugar a dudas según la acusación: alertado por sus hombres de que los migrantes se asfixiaban y gritaban para que les diesen aire, prohibió que se entreabriera el compartimento frigorífico.

“Mejor que los deje morir. Es una orden”, ordenó Lahoo a uno de sus adjuntos. “Si mueren, que los descargue en un bosque en Alemania”, agregó.

Frente a estas grabaciones, el acusado, que adoptó a menudo una actitud desafiantes durante el juicio, dijo que eran “palabras sin pensar”.

Pero en opinión de Gabor Schmidt, actuó guiado por “una indiferencia espantosa y una codicia sin límites”: en plena ola migratoria, los transportes de migrantes de la red, que cobraba hasta 3.500 euros por persona, se sucedían a un ritmo incesante y no debían sufrir ningún contratiempo.

Las 71 víctimas fueron hacinada en 14 metros cuadrados
, con menos de 30 metros cúbicos de aire para respirar.

“Terriblemente doloroso”

El drama no impidió a la red organizar al día siguiente un nuevo transporte en condiciones similares. Y no ocurrió una nueva hecatombe porque los 67 pasajeros habían logrado forzar la puerta del compartimento.

Todas las víctimas menos una pudieron ser identificadas. La mayoría de cuerpos fueron entregados a sus allegados que no asistieron al juicio, los otros fueron enterrados en Viena.

“Las últimas palabras que Husein me dijo antes de partir fueron una promesa: ‘En unos años, volveré con mi doctorado y lo pondré en las manos de mamá’. La noticia de su muerte es terriblemente dolorosa”, relató Gihad Darwish, videorreportero para la AFP en Siria, que perdió en este drama a dos hermanos y a amigos.