Una nueva victoria de la canciller Angela Merkel en las elecciones legislativas del 24 de septiembre parece inevitable, pero hay una gran incertidumbre respecto a cuáles serán sus socios de gobierno en los próximos años.

Los sondeos vaticinan una cómoda victoria para la dirigente conservadora, en el poder desde 2005, aunque su partido pierde terreno en la última recta frente al crecimiento de los extremos.

El instituto Insa le dio el martes un 36% de intención de voto a su formación democristiana, la CDU, muy por delante de los socialdemócratas de Martin Schulz (22%), cuya campaña en torno al tema de la justicia social no consigue movilizar al electorado en un país que roza el pleno empleo.

Si consiguen el resultado anticipado por los sondeos, los conservadores alemanes estarán, sin embargo, cerca del nivel logrado durante su derrota en 1998 (35,1%) y deberán buscar uno o varios aliados.

“Le digo a todo el mundo que estas elecciones aún no están decididas”,
avisó Merkel el martes en el canal RTL, donde insistió en que “cada voto cuenta”.

Ascenso de los extremos

Se espera que la Cámara de Diputados quede muy fragmentada tras los comicios, con al menos seis partidos representados, un hecho inédito desde 1990.

Entre esas formaciones, la izquierda radical y la derecha nacionalista y antimigración de Alternativa para Alemania (AfD), el primer partido de ese tipo en entrar en el Parlamento desde 1945, tienen al menos un 10% de intención de voto, según los sondeos.

“No sabemos realmente qué tipo de gobierno vamos a tener, el suspense político vendrá tras el voto del domingo”, explica Sudha David-Wilp, analista en el German Mashall Fund.

La AfD y la izquierda radical, ambos excluidos de un posible pacto con la CDU, queda la opción de prolongar la alianza derecha-izquierda con los socialdemócratas, que desagrada a gran parte de las bases del SPD y de la opinión, o un acuerdo con los dos últimos partidos que deberían entrar en el Bundestag: los liberales del FDP y los Verdes.

El FDP, resucitado con un programa claramente derechista tras haber perdido sus escaños en el Bundestag en 2013, es a priori un aliado natural para los conservadores, con quienes gobernó entre 2009 y 2013.

Pero el pequeño partido liberal apenas tiene un 9% de intención de voto, y gobernar con su jefe, el fotogénico Christian Lindner, podría ser conflictivo. La canciller podría, por tanto, formar un dúo con el FDP y los ecologistas, una unión que existe desde hace poco a nivel regional, en el norte de Alemania.

Una alianza similar a nivel federal parece, sin embargo, complicada, debido a las grandes diferencias de fondo entre los Verdes y el FDP, cercano a los círculos de negocios, en cuestiones como el futuro del diésel.

Una alianza complicada

La aspiración del FPD a lograr el ministerio de Finanzas de Wolfgang Schäuble, un peso pesado de la CDU que no tiene intención de ceder el testigo, parece ser otro escollo de cara a la formación de esa alianza inédita.

Una coalición con el FDP podría, además, complicar los proyectos de reforma de la zona euro promovidos por el presidente francés, Emmanuel Macron, y que Merkel dijo estar dispuesta a debatir. El partido liberal se opone a esos cambios porque teme que Alemania deba pagar por otros países.

La situación es un verdadero rompecabezas para la canciller que, según Thorsten Benner, del Global Public Policy Institute, deberá llevar a cabo negociaciones “bastante difíciles y largas” después de los comicios.

Las conversaciones para formar gobierno tendrán lugar en un clima que la probable entrada de la derecha populista en el Bundestag contribuirá a tensar en los próximos meses.