Inventor fanático movido por una voraz ambición que rayaba en la megalomanía, el danés Peter Madsen, sospechoso de la muerte de la periodista sueca Kim Wall, hizo de su vida un permanente desafío a las leyes terrestres.

“Mi pasión es encontrar medios para viajar hacia los mundos más allá de lo conocido”, escribía el inventor autodidacta, que había adoptado el apodo de “Rocket Madsen”, en la página web de su asociación espacial, RML Space Lab.

El 10 de agosto, en Copenhague, embarcó a bordo de su submarino de 18 metros, el “UC3 Nautilus”, junto con la periodista Kim Wall que lo seguía para escribir un reportaje sobre él.

El tronco de la sueca, de 30 años, fue hallado el lunes en una bahía cerca de Copenhague, lastrado por un trozo de metal, sin cabeza ni miembros.

Tras haber declarado que la había dejado en tierra a proximidad de la capital danesa, Madsen explicó que la periodista había fallecido en un accidente ocurrido en su submarino y que había tirado el cuerpo al mar.

Las autoridades danesas lo rescataron en Öresund, entre las costas danesas y suecas, poco antes de que su submarino naufragara. La policía sospecha que el inventor provocó el hundimiento del “Nautilus” para ocultar pruebas. Oficialmente, Madsen es acusado de “homicidio involuntario por negligencia”, aunque la fiscalía anunció que modificará esa acusación a “asesinato”.

Infancia

Peter Langkjær Madsen, de 46 años, creció en la pequeña ciudad de Saeby, a un centenar de kilómetros de la capital.

Su madre era 36 años menor que su padre, dueño de un restaurante. Ambos se separaron cuando Peter apenas tenía seis años, y este quedó al cargo de su progenitor, un hombre autoritario.

“Cuando pienso en mi padre, pienso en los niños, en Alemania, cuyo padre era comandante de un campo de concentración”, contó al periodista Thomas Djursing, autor de su biografía publicada en 2014.

Pero, en compañía de ese hombre aficionado a la historia militar, las epopeyas navales y aéreas, el adolescente empezó a soñar con la inmensidad espacial.

A los 15 años, fundó su primera empresa, Danish Space Academy, con el fin de comprar piezas para construir un cohete. Y tras la muerte de su padre, tres años después, comenzó estudios de ingeniería que abandonó cuando consideró que ya había aprendido bastante.

En 2008, botó el “UC3 Nautilus”, entonces uno de los mayores submarinos privados del mundo, y en paralelo siguió adelante con su ambición espacial. En junio de 2011, lanzó un cohete desde una plataforma flotante frente a la isla de Bornholm, en el mar Báltico.

Un hombre airado

A pesar de sus éxitos, Madsen al que algunos de sus allegados describen como una persona no violenta, que “no bebe ni se droga”, tiene, según otros conocidos, un temperamento errático y no acepta que lo contradigan.

“Está enfadado con Dios y con los hombres”, asegura Thomas Djursing. “El hilo director de su vida son los conflictos. Tiene dificultades para ponerse de acuerdo con los demás, tiene grandes ambiciones y lo quiere hacer todo a su manera”.

Los primeros cohetes que lanzó al espacio, hasta ocho kilómetros de altitud, fueron fruto de su colaboración con un exarquitecto de la Nasa, Kristian von Bengtson. Los dos hombres se enemistaron en 2014, y Madsen creó RML Space Lab con la esperanza de alcanzar su sueño.

Madsen también se enfadó con quienes lo ayudaron a construir el “Nautilus”. A pesar de que 25 voluntarios participaron en la fabricación del submarino, se hizo con la propiedad de la embarcación en 2015.

Poco antes, le escribió a algunos que había una “maldición” en el submarino. “Esa maldición soy yo. Nunca habrá paz en el ‘Nautilus’ mientras yo exista”.

Madsen justificaba su independencia con esta extraña fórmula: “Soy autoemprendedor, es la fuerza de la dictadura”.

La libertad tuvo un precio para él. En abril, confesó en su blog que la asociación que lo apoyaba contaba con 15 veces menos mecenas que en sus anteriores proyectos.

Esa asociación anunció su disolución tras la identificación del cadáver de Kim Wall. “El sueño está roto”, escribió en su página web.