La idílica aldea de Puget-Théniers es un claro ejemplo de la ola de indignación que invade las zonas rurales de Francia, que se ha traducido en el voto por la extrema derecha. Este pueblo fue contundente en la primera vuelta: el 37% de los 1.300 votantes apoyaron a la líder del ultraderechista Marine Le Pen, el 18% al izquierdista Jean-Luc Mélenchon y otros candidatos “antisistema” sumaron un 10%.

“Estamos hartos de nuestros líderes que favorecen a los grupos financieros, las aseguradoras, los banqueros”, afirma Leo Vellutini, de 56 años, mientras bebe algo con unos amigos en la plaza del pueblo.

Nadie en su mesa tiene algo bueno que decir de la política francesa. Todos votarán por Le Pen en la segunda vuelta del domingo, frente al centrista proeuropeo Emmanuel Macron. “Nos han machacado durante más de 40 años”, asegura un jubilado, de unos 70 años.

“Como en todas las zonas rurales de Francia, la aldea va mal“, admite el alcalde, Robert Velay, en el ayuntamiento desde el que se puede admirar los Alpes.

Las granjas han ido desapareciendo y con ellas las tiendas locales y el empleo. Los habitantes conducen ahora hasta las grandes superficies o se conectan a internet para hacer sus compras.

La nostalgia es palpable. “Ahora hay más gente que tiene lavadoras pero, ¿vivimos mejor?“. Se pregunta el alcalde. “Debemos mirar hacia atrás para ver lo que funcionó en el pasado”, añade.

Guiños al “pueblo olvidado”

En estas elecciones, el desencanto generalizado en las zonas rurales ha aupado más que nunca al Frente Nacional.

Los candidatos de los dos partidos tradicionales, el conservador François Fillon y el socialista Benoît Hamon, fueron eliminados en la primera vuelta. Pocos en el pueblo creen que Macron -exministro de Economía del presidente François Hollande- pueda aportarles la solución.

Su cuartel general en París, rebosante de veinteañeros en zapatillas deportivas que se desplazan a los mítines con sus ordenadores portátiles, les parece algo a años luz de las apacibles calles empedradas de Puget-Théniers.

No hay duda de que los guiños de Le Pen al “pueblo olvidado”, sobrepasado por los grandes cambios económicos y tecnológicos, encuentra aquí un terreno fértil.

“Los seguidores de Le Pen quieren otro tipo de Francia, una Francia del pasado“, apunta Sylvie Poitte, una vecina de 70 años que en activo gestionó varias peluquerías. Pero admite que la vida era mejor cuando llegó con sus tres hijos en los años 1980. “Si llegara ahora, no me quedaría“, apostilla.

El filón histórico

Le Pen y el Frente Nacional, partido fundado en 1972, siempre han contado con un apoyo fuerte en el sur de Francia. Un mapa del demógrafo francés Hervé Le Bras evidencia hasta qué punto sus bastiones en el sur del país y los más recientes en el noreste coinciden con focos de desempleo, pobreza y un nivel de educación bajo.

Hay una excepción a esta correlación: las zonas populares de las grandes ciudades no votan por Le Pen, algo que Le Bras atribuye a que están “en contacto con el mundo”.

El FN explota además un filón histórico, al defender a los llamados “pieds noirs”, los blancos instalados en Argelia antes de la independencia de la excolonia de Francia en 1962, y que se vieron obligados a regresar a la metrópolis: olas de migrantes árabes les siguieron para trabajar en las fábricas francesas.

Jean-Yves Camus, experto en la extrema derecha, afirma que al vivir junto a quienes achacaban su infortunio, entre los “pieds noirs” surgió el resentimiento.

Otros, como el sociólogo Jean Viard, afirma que los nativos del sur han visto su identidad peligrar con las llegadas desde el norte de Francia y una explosión del turismo. Ni la inmigración ni la inseguridad, dos temas centrales de la campaña de Le Pen, parecen ser problemas para los habitantes de Puget-Theniers.

Mucha gente vive con las puertas de sus casas abiertas, aunque el alcalde Velay recuerda que varios jóvenes se desplazaron a “la ciudad” y fueron atacados por “magrebíes”. Martine Tescher, al frente de una galería de arte del pueblo, atribuye el voto al Frente Nacional al miedo, tras una ola de ataques islamistas registrados en Francia.