La comparación con Donald Trump es fácil porque ambos tienen el mismo pelo despeinado, son adictos a Twitter y a la retórica contra el Islam pero también hay notables diferencias entre el presidente estadounidense y el diputado holandés Geert Wilders, que el miércoles podría revolucionar su país en las elecciones.

Geert Wilders, que está en el Parlamento desde hace casi veinte años, es desde hace tiempo la china en el zapato de lo que él llama “la élite” política.

Su Partido por la Libertad (PVV) podría convertirse tras las elecciones legislativas del miércoles en la mayor formación política del país. Llegar en segundo lugar sería su mayor éxito desde su creación en 2006.

Con la mayoría de los demás partidos que juraron no colaborar con él, probablemente no formará parte del gobierno. Pero será una voz importante de la oposición, en buen lugar para presionar y cambiar la agenda política.

El diputado, de 53 años, se considera en cruzada con “la islamización” de su país y compara el Corán con “Mein Kampf” de Adolf Hitler, incluso ha amenazado con prohibirlo, consigna diario El País de España.

“No digo que todos los musulmanes sean malos o sean terroristas, sería ridículo”, afirmó hace poco a la AFP. “Pero creo que en todos los países donde el islam es la religión dominante, se puede observar una falta de libertad, de democracia, de Estado de derecho…”.

Fascinado por la política

En el programa de su partido, que cabe en un folio, promete prohibir el acceso a su país a los inmigrantes musulmanes y cerrar las mezquitas.

Sus virulentas declaraciones le han dado fama internacional, hasta entrar en las listas negras de Al Qaida. Vive bajo permanente protección policial.

Adorado y detestado, el ultraderechista divide a un país que se jacta de una larga tradición de tolerancia multicultural. Nacido en 1963 en Venlo, al sureste de Holanda, Wilders creció en una familia católica, rodeado por su hermano y sus dos hermanas.

En los años 80 empieza a interesarse por la política, declaró su hermano Paul a la revista alemana Der Spiegel.

“Estaba fascinado por el juego político, las luchas por el poder y la influencia”, dijo a propósito de su hermano, maestro en el arte de utilizar a los medios, a los que acusa de parcialidad.

Su aversión por el islam surgió poco a poco. En Israel, donde pasó una temporada, fue testigo de las tensiones con los palestinos. En 2002, queda conmocionado por el asesinato del populista Pim Fortuyn, del que es heredero político directo, y dos años más tarde, del cineasta antislam Theo van Gogh.

“Recuerdo que me temblaban las piernas, en estado de conmoción”, describió en un libro en 2012. “Puedo decir honestamente que sentí cólera, no miedo”.

Discriminación

A lo largo de los años ha endurecido el tono de sus palabras. El candidato prometió no quedarse callado, pese a una condena por discriminación el año pasado luego de haber prometido “menos marroquíes” en Holanda.

Este juicio le dio mayor visibilidad, unos meses después del Brexit y de que Donald Trump ganara las elecciones de Estados Unidos.

Desde que el PVV abandonara el gobierno en 2012, por razones estratégicas, Geert Wilders está en la oposición del primer ministro Mark Rutte, que prometió no colaborar nunca más con él.

Para algunos, Geert Wilders es una figura aislada. Casado con una ciudadana húngara y sin hijos, su partido es oficialmente una asociación con un único miembro: él mismo. Y su seguridad limita sus contactos con el mundo exterior.

“Su mundo se ha vuelto muy pequeño”, asegura su hermano. “Parlamento, eventos públicos y su apartamento”, continúa, “no puede ir a ninguna otra parte”.