El caso conmociona a Alemania. La niña Peggy, nacida en 1992 en Bayreuth, en el estado federado de Baviera, desapareció sin dejar rastro el 7 de mayo de 2001.

Tras su desaparición, fue arrestado y acusado de asesinato Ulvi Kulac, un disminuido psíquico, que fue declarado culpable y condenado a cadena perpetua tras un polémico proceso en el año 2004.

Lo extraordinario del asunto es que la condena se basó exclusivamente en la confesión de Kulac, puesto que no había pruebas que lo implicaran y el cuerpo de Peggy fue descubierto mucho después. Finalmente, tras retractarse de su confesión, Kulac fue absuelto.

Los restos mortales de la niña, de nueve años, fueron localizados el pasado mes de julio de 2015 en un bosque de Turingia, en el este del país, tras años de intenso e infructuoso rastreo en la región bávara donde se la había visto por última vez.

Este jueves el caso cobró un giro que nadie se esperaba en Alemania: en el cuerpo de la pequeña se hallaron restos del ADN de Uwe Böhnhardt, miembro del tristemente conocido grupúsculo neonazi denominado Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU, por sus siglas en alemán).

Böhnhardt se suicidó a mediados de 2011 junto con su compañero Uwe Mundlos, acosados ambos por la policía tras cometer un atraco. El grupo ultraderechista al que pertenecía asesinó a nueve inmigrantes.

La única superviviente de la NSU es Beate Zschäpe, de 40 años y a la que desde hace tres años se juzga en Múnich.

El hecho de que esa célula hubiera actuado impunemente durante una década, sin que se investigara un hilo conductor entre las muertes de los inmigrantes, ocurridas en distintas partes del país, derivó en un escándalo político y policial.

Zschäpe se entregó poco después del suicidio de sus compañeros, tras hacer explotar la casa donde vivían los tres, entre cuyos restos se encontró información sobre los asesinatos de los extranjeros, cometidos todos con la misma arma.