El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quiere aprovechar la animadversión hacia Estados Unidos generada tras el golpe de Estado fallido para afianzarse en el poder, poniendo en peligro las alianzas de Ankara.

El creciente resentimiento hacia Estados Unidos en Turquía se basa en la idea de que Washington no fue solidario con su aliado turco tras la sublevación del 15 de julio y que, además, no muestra ninguna intención de extraditar al predicador Fethullah Gülen, exiliado en territorio estadounidense y acusado por Ankara de instigar el golpe.

El ministro turco de justicia, Bekir Bozdag, llegó a declarar, de una forma poco diplomática, que el sentimiento antiestadounidense en Turquía estaba creciendo y podía transformarse en “odio”, si el “terrorista” Gülen no era extraditado.

El departamento de Estado norteamericano denunció “una retórica incendiaria totalmente inútil” y pidió a “los medios, a la sociedad civil y al gobierno turcos ser responsables con sus declaraciones”.

Después de la intentona golpista, el embajador de Estados Unidos en Turquía, John Bass, calificó la teoría de la complicidad como “escandalosa”.

La embajada tuvo incluso que denunciar en Twitter un montaje fotográfico que circulaba en las redes donde se veía a Bass junto a un golpista la víspera del alzamiento. Es una “fabricación” para “socavar la alianza turco-estadounidense”, denunció en aquel momento.

“Una gran mayoría de la población turca cree que Estados Unidos es responsable”, dice Sinan Ulgen, exdiplomático, jefe del grupo de expertos Edam en Estambul. Y “por supuesto los medios transmiten el mensaje del gobierno”, apostilla.

El diario progubernamental Yeni Safak publicó un artículo titulado “¡Estados Unidos ha intentado asesinar a Erdogan!”.

Ibrahim Karagül, editorialista radical cercano a Erdogan, aseguraba que “la administración estadounidense planificó matar al presidente (Erdogan) y puso en marcha este plan”.

‘Periodo emocional’

El presidente Erdogan, que convocó el pasado domingo una gigantesca manifestación en Estambul, tiene como objetivo “fomentar una gran unión contra Gülen”, señala Bayram Balci, del Centro de Investigaciones Internacionales (CERI).

La estrategia de Erdogan es demostrar que los estadounidenses apoyan a un movimiento terrorista, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, rebeldes kurdos), y a la organización de Gülen”, explica el investigador.

Erdogan necesita este resentimiento hacia Estados Unidos “para afianzar la política de Turquía en la región y para reforzar su posición en la opinión pública”, explica Balci.

Esto es posible porque Turquía atraviesa “un periodo emocional” después del traumático golpe fallido del 15 de julio. Pero, al final, el gobierno tendrá que “calmar el juego” sino esta animadversión hacia Estados Unidos “será perjudicial para Turquía”, estima Sinan Ulgen.

Lo más peligroso sería que arraigara en la sociedad turca, advierte. “Podría poner en peligro la pertenencia de Turquía a la comunidad transatlántica”, alerta, en referencia a la OTAN, donde Ankara es un miembro clave.

Este resentimiento no es nuevo. Ulgen recuerda que “antes del malogrado golpe de Estado, ya había una desconfianza, una sospecha hacia Estados Unidos”, un país que no querría una “Turquía fuerte” y jugaría más bien “la baza kurda”.

No obstante, la cuestión kurda no es negociable para Ankara, que pone al mismo nivel la amenaza de los “terroristas” kurdos con la de los yihadistas del grupo Estado Islàmico (EI).