Los vientos de cambio que soplan contra los monumentos de figuras esclavistas en Estados Unidos amenazan también a personajes históricos de la nación hasta ahora considerados intocables.

El movimiento de protesta que desató la muerte del estadounidense negro George Floyd, asfixiado por un policía blanco a fines de mayo,
ha reabierto el debate sobre monumentos históricamente vinculados a la esclavitud, muchos de los cuales han sido abatidos o vandalizados.

Es “una batalla sobre la narración de la historia de Estados Unidos a través de las estatuas”, dice a AFP Carolyn Gallaher, profesora de la American University en Washington.

“En el sur, donde se eligió venerar a los confederados, los manifestantes dicen ‘se acabó"”, sostiene.

En Virginia, donde se establecieron los primeros colonos ingleses antes de convertir la región en el corazón esclavista de Estados Unidos, los manifestantes reclaman que se desmonte la estatua del comandante del ejército del Sur, el general Robert Lee.

El monumento, cuyo pedestal fue cubierto con graffitis antirracistas, se eleva desde hace un siglo en una plaza en Richmond, la capital de los Estados Confederados durante la Guerra de Secesión (1861-1865).

En Washington, una estatua en homenaje al general sudista Albert Pike fue derribada y vandalizada el viernes por la noche.

Y los personajes más emblemáticos de la historia estadounidense ya no son inmunes.

En la plaza frente a la Casa Blanca, manifestantes intentaron la noche del lunes tumbar con cuerdas la estatua del polémico presidente Andrew Jackson, pero fueron dispersados por la policía.

“Una forma de veneración”

El tercer presidente estadounidense, Thomas Jefferson, se convirtió en blanco de grupos de manifestantes, que han vandalizado varios monumentos que lo representan.

Porque si bien fue uno de los autores de la Declaración de Independencia, también fue propietario de más de 600 esclavos y consideraba que los hombres negros eran inferiores a los blancos, recuerda el sitio web de su antigua plantación convertida en un museo en Monticello, en Virginia.

“Muchas de sus estatuas deberían ser derribadas”, dijo la semana pasada el presentador de televisión Shannon LaNier en Newsweek.

Él es descendiente de Sally Hemings, una esclava con la que Thomas Jefferson tuvo varios hijos.

Ver las estatuas “del amo de tus ancestros esclavos, de un asesino o un supremacista blanco” es “un dolor más allá de lo imaginable” para muchos afroestadounidenses, explica.

Incluso el padre de la nación y su primer presidente, George Washington, no es intocable, pues poseía más de cien esclavos en su plantación de Mount Vernon, al sur de la capital federal a la que le dio nombre.

“Instalar una estatua en el espacio público es una forma de adoración, y muchas personas preguntan hoy por qué adoramos a personas que tenían esclavos”, dice Gallaher.

Y aunque existían conocidas diferencias entre el general Lee y los dos padres fundadores, “todos poseían esclavos, que es lo que más molesta a la gente”, cree.

Y señala que varios héroes de la independencia habían ya cuestionado “la moralidad de la esclavitud”.

Al Museo

Para Daniel Domingues, profesor asociado de historia de la Universidad Rice en Houston, “cada monumento de Jefferson debe ponerse en contexto con una placa o un panel explicativo”.

De forma más expedita, la ciudad de Nueva York retirará una estatua del 26° presidente, Theodore Roosevelt, colocada a la entrada del Museo Estadounidense de Historia Natural, debido a sus opiniones consideradas colonialistas y racistas, una decisión fuertemente criticada por Donald Trump.

La estatua de bronce muestra a “Teddy” Roosevelt montado en un caballo y a un hombre negro y un hombre indio caminando a cada lado.

El museo explicó el domingo que “la representación de los personajes africanos y amerindios y su posicionamiento en este monumento son racistas”.

Como recuerda el sitio web del museo, Roosevelt era considerado un ecologista progresista a principios del siglo XX, pero a la vez defendió opiniones racistas.

“¿Dónde está la línea: desde Gandhi hasta George Washington?
“, preguntó el lunes la portavoz de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany.

Trump, un firme defensor de los monumentos confederados, ha manifestado en el pasado que su desaparición equivaldría a “despedazar” la historia y la cultura estadounidenses.

“He autorizado a las autoridades federales a detener a los que vandalizan y destruyen monumentos, estatuas o cualquier propiedad que pertenezca al estado estadounidense”
, tuiteó este martes, recordando que la pena podía llegar hasta a “10 años de prisión”.

Las imputaciones de los manifestantes pueden ser retroactivas y no se hará “ninguna excepción”, dijo el presidente.

Pero “quitar estatuas no es eliminar el pasado, debería considerarse parte de la historia”, dijo a la AFP Domingues, señalando que la historia de Estados Unidos “se conserva en los libros y en los museos”.

Gallaher, quien creció en Virginia, agrega: “La gente no aprende historia con estatuas, aprenderá la vida de George Washington aun sin una estatua suya”.