Las fuerzas rusas se dirigían este miércoles hacia el noreste de Siria para garantizar la salida de todos los combatientes kurdos de una amplia zona fronteriza con Turquía, en virtud de un acuerdo concluido la víspera entre Moscú y Ankara.
Los militares rusos, ya presentes en Siria, donde apoyan al ejército del presidente Bashar Al Asad, cruzaron a media jornada el Éufrates, río que atraviesa el norte del país. “Avanzan hacia la frontera sirio-turca”, anunció el ministerio de Defensa.
El presidente estadounidense, Donald Trump, consideró un “gran éxito” el hecho de haber creado una “zona de seguridad” entre Siria y Turquía, y avanzó que haría una declaración sobre este tema a las 15H00 GMT.
En una reunión, el martes en Sochi, Rusia, el presidente Valdimir Putin y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, concluyeron un acuerdo en vistas a la retirada total de las fuerzas kurdas de la zona, y al control común de una parte de la frontera sirio-turca.
Este pacto significa el fracaso de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), cuya columna vertebral es la milicia kurda de las Unidades de Protección Popular (YPG), que habían ayudado a la coalición internacional liderada por Washington a luchar contra los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).
Según el acuerdo ruso-turco, calificado de “histórico” por Erdogan, las fuerzas de las YPG tienen que retirarse con todo su armamento en un plazo de “150 horas a partir de las 12H00 (09H00 GMT) del 23 de octubre”, más allá de 30 km de la frontera entre Turquía y Siria.
“Matar y expulsar a los kurdos”
Este miércoles, se producían escenas de rabia y desesperación en Qamichli, una ciudad fronteriza en el extremo norte de Siria, considerada como la capital ‘de facto’ de los kurdo-sirios. Esta localidad fue excluida de la “zona de seguridad” del acuerdo de Sochi.
Varios cientos de vecinos se congregaron por la mañana para gritar eslóganes contra el poder turco, constataron periodistas de la AFP.
En la ciudad se encuentran varios miles de civiles, muchos de ellos desplazados, y la situación que impera es muy precaria.
“Este acuerdo está al servicio de los poderes extranjeros, y no del pueblo”, se lamentaba Talat Yundes, un responsable de la administración kurda.
Para él, “el objetivo de Turquía es matar, expulsar a los kurdos y tenerlos bajo su ocupación”.
Turquía, que lanzó el 9 de octubre una ofensiva en esta región, tras recibir el visto bueno (de hecho) de Trump, anunció el 17 de octubre una tregua de cinco días que terminó el martes por la noche.
Conforme a la demanda de Ankara para prolongar el alto el fuego, las FDS anunciaron la retirada de “todos (sus) combatientes y fuerzas de seguridad” de una zona de 120 km de largo, entre las ciudades de Tal Abyad y Ras Al Aín.