El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó este miércoles al departamento de Estado retirar a todo el personal no imprescindible de la embajada en Bagdad y el consulado en Erbil, en un contexto de tensión creciente entre Washington e Irán, vecino de Irak.

Estados Unidos ha incrementado la presión sobre Irán en los últimos días, acusándolo de planear ataques “inminentes” en la región, y reforzando su presencia militar en el Golfo.

“Numerosos grupos terroristas e insurgentes están activos en Irak y atacan regularmente tanto a las fuerzas de seguridad iraquíes como a los civiles”, escribió el departamento de Estado en una advertencia para los viajeros.

“Las milicias sectarias antiestadounidenses también pueden amenazar a ciudadanos estadounidenses y compañías occidentales en todo Ira
k”, añade el texto.

El año pasado, Estados Unidos cerró su consulado en la ciudad de Basora, en el sur de Irak, donde impera la ley tribal y abundan los grupos armados, culpando al “fuego indirecto” de las fuerzas respaldadas por Irán y advirtiendo a su rival de represalias por cualquier daño.

El secretario de Estado Mike Pompeo realizó la semana pasada un sorpresivo viaje a Bagdad para fortalecer los lazos con Irak mientras despliega su “máxima presión” contra Teherán, archirrival de Estados Unidos pero aliado de Irak.

Pompeo dijo a los periodistas que había hecho el viaje por una “escalada de la actividad” de las fuerzas iraníes y afirmó que la amenaza de ataques era “muy específica”.

En Bagdad se reunió con el presidente Barham Saleh y con el primer ministro Adel Abdel Mahdi, con los que conversó de “la importancia de que Irak garantice que es capaz de proteger de manera adecuada a los estadounidenses en su país”.

El Pentágono informó que desplegaría varios bombarderos B-52 con capacidad nuclear a la región en respuesta a señales “claras y recientes de que las fuerzas iraníes y sus aliados están elaborando preparativos para un posible ataque a las fuerzas estadounidenses”.