El presidente Donald Trump dijo el jueves que Estados Unidos y China están a un mes de un potencialmente “épico” acuerdo que cierre la guerra comercial entre las mayores economías mundiales.

Tras nueve meses de fricciones, el anuncio resultó algo decepcionante en tanto la Casa Blanca había alimentado la expectativa de que Trump anunciaría la fecha exacta de una reunión con el presidente chino, Xi Jinping, para firmar lo acordado.

Los mercados, incluso, se habían entusiasmado en los últimos días pues veían al alcance de la mano el fin de una guerra que puede generar serios problemas al crecimiento económico mundial.

“Probablemente lo sabremos en las próximas cuatro semanas. Podría llevar dos semanas más después de eso. Todo parece andar muy bien”, dijo Trump tras recibir en el Salón Oval de la Casa Blanca a Liu He, jefe de los negociadores chinos.

Para Trump, hay condiciones para llegar a un pacto potencialmente “histórico” y “épico”, según comentó ante periodistas.

Las conversaciones en Washington iniciadas el miércoles están planeadas hasta el viernes. Ya en febrero, Trump había dicho que su encuentro Xi sería dentro de un mes.

A pesar del optimismo exhibido por Trump este jueves, el representante Comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, dijo a periodistas que aún quedan por resolver los principales temas.

Funcionarios de los dos países se prodigaron en los últimos meses en muestras de confianza sobre la marcha de las conversaciones pero la recta final está siendo la parte más difícil. El gran tema es cómo y cuándo Washington dejará sin efecto los aranceles a productos chinos.

Funcionarios estadounidenses dicen que las conversaciones están cerca de terminar de una forma u otra.

“Debe ser un buen acuerdo”, dijo Trump a periodistas en la Casa Blanca. “Si no es un buen acuerdo, no lo haremos”, añadió

“Parece que el acuerdo está avanzando muy bien”, afirmó. “Todo se ha tratado. No hay nada que no se haya abordado”, dijo Trump en alusión a las demandas de Estados Unidos.

El año pasado, Trump emprendió una guerra comercial contra China en busca de reducir su abultado déficit comercial bilateral. El presidente acusó a Pekín de prácticas desleales de comercio y de robar tecnología, y le impuso aranceles a sus productos.

Washington y Pekín quedaron así enzarzados en una guerra comercial en la que se impusieron recíprocamente aranceles a bienes importados en ambos sentidos por 360.000 millones de dólares. China ofreció comprar grandes cantidades de materias primas estadounidenses y dar pasos para respetar la propiedad intelectual extranjera.