La masacre vivida en la escuela Broward de Florida, Estados Unidos, volvió a poner en el tapete la relación antagónica que existe entre la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), sobre el control de armamento en el país del norte.

Y es que es conocido el lobby que la NRA realiza en Washington para mantener a raya a la agencia estatal, dependiente del Departamento de Justicia, y que ha encontrado en el presidente de Donald Trump, a uno de sus principales aliados y defensores.

“Lo que muchas personas no entienden, o no quieren entender, es que Wayne (LaPierre), Chris (Cox) y la gente que trabaja tan duro en NRA son grandes personas y grandes patriotas americanos. Ellos aman a nuestro país y harán lo correcto”, ha dicho el jefe de la Casa Blanca a través de Twitter, en horas donde los jóvenes norteamericanos y las familias de víctimas y sobrevivientes, han criticado a Trump y los demócratas por su actitud pasiva frente al control de armas.

Los dichos del gobernante sobre esta organización no son gratuitos. La NRA fue uno de los puntales más importantes de la campaña presidencial del magnate, realizando importantes recaudaciones y donaciones durante 2016.

Según consignó el New York Times, la NRA se ha convertido en una de las “fuerzas políticas más poderosas” del Distrito de Columbia, entregando “decenas de millones de dólares en cada ciclo electoral a los legisladores y campañas” a fin de minimizar cada vez más la posibilidad de endurecer el control y la regulación de armas.

Cabe recordar que en Estados Unidos, la Segunda Enmienda constitucional garantiza al pueblo la posesión y el porte de armas, situación que durante los últimos días ha sido cuestionada por el opositor Partido Demócrata, que ha buscado formas de fortalecer la legislación y limitar el acceso.

Una tarea que precisamente debe llevar acabo la ATF, cuyos recursos y capacidad son menores, y que, además, desde hace 12 años no cuenta con un director permanente, situación que ha mellado en su accionar.

“No es por la gente, es por la política”, ha dicho Michael Bouchard, exagente y expresidente de la Asociación ATF, un grupo no gubernamental dedicado a apoyar la acción de la agencia.

Los dichos del exdirigente del grupo dicen relación con que cualquier persona que llegue a encabezar la oficina, sabe que se encontrará con la oposición de la NRA que ha bloqueado cada intento por nominar a un director.

La última iniciativa importante, y que fue la amenaza más directa a los proarmamento, fue la idea de Barack Obama de cerrar efectivamente la ATF y traspasar todas sus responsabilidades al FBI, situación que finalmente no ocurrió.

Junto con la falta de una dirección clara, la oficina de control también tiene que hacer frente a un presupuesto cada vez más reducido, que le impide cumplir parte de sus tareas como la revisión de los vendedores de armas y a la vez renovar su planta de agentes, que superan los 50 años, y muchos de los cuales ya han comenzado a retirarse.