El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este martes su decisión de mantener abierta la prisión en la base naval estadounidense en Guantánamo, Cuba, que su antecesor Barack Obama había intentado infructuosamente cerrar definitivamente.

“Acabo de firmar una orden orientando al secretario (de Defensa, Jim) Mattis que reexamine nuestra política de detención militar y mantenga abierta las instalaciones de detención en Guantánamo“, expresó Trump ante el Congreso durante su discurso sobre el estado de la Unión.

La prisión, inaugurada bajo la gestión del expresidente George W. Bush tras la invasión a Afganistán por tropas estadounidenses que siguió a los atentados del 11 de septiembre de 2001, ha albergado desde entonces a cientos de prisioneros.

En sus comienzos, los internos, vestidos con uniformes naranjas, eran encerrados en celdas como jaulas rodeadas de alambradas, en condiciones denunciadas por organismos internacionales y de defensa de los derechos humanos.

Esas instalaciones precarias fueron luego remplazadas por otras, pero las denuncias continuaron.

La prisión llegó a albergar a 780 personas acusadas en su mayoría de mantener vínculos con Al-Qaeda o los talibanes. Muy pocas fueron enjuiciadas, y cientos de los detenidos fueron luego transferidos hacia sus países de origen o terceras naciones.

Entre los detenidos más notorios en Guantánamo figura Jalid Cheij Mohamed, considerado el cerebro de los atentados del 11-S, que espera aún ser sometido a proceso.

Los detenidos en la base extraterritorial, tratados como “enemigos beligerantes”, no gozan de los derechos otorgados a sus pares en territorio estadounidense por la justicia federal.

De los 41 presos que permanecen en Guantánamo, 26 están atrapados en un limbo legal: nunca han sido acusados formalmente de delito alguno, pero son considerados demasiado peligrosos para ser liberados.

La administración de Obama pretendía liberar a algunos de ellos, pero la llegada de Trump al gobierno, hace un año, detuvo ese proceso.

Obama anunció en 2009, en los inicios de su gestión, el cierre de la cárcel en un plazo de año. Desde 2008, ya no se enviaban prisioneros a la base.

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Disputas políticas, la vehemente oposición republicana y la renuencia de los gobiernos aliados a recibir detenidos provenientes de esa cárcel, impidieron la concreción de los planes del mandatario demócrata, aunque la población de la cárcel se fue reduciendo paulatinamente.

Desde que es presidente, Trump ha manejado la idea de enviar a detenidos estadounidenses a Guantánamo, aunque la justicia federal probablemente impediría cualquier intento en ese sentido.

En octubre, sugirió que el hombre acusado de llevar a cabo un mortal ataque con un camión en Nueva York podría ser enviado a la cárcel extraterritorial, pero acabó desistiendo de la iniciativa.

Otro caso de una persona que podría colocar nuevamente a Guantánamo en el foco de la discusión es el de un ciudadano estadounidense detenido en Siria y acusado de ser un combatiente del grupo Estado Islámico (EI).

El hombre, cuya identidad no ha sido revelada, será aparentemente trasladado a Irak.

La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por su sigla en inglés) asumió el caos, mientras un juez federal dictaminó que Estados Unidos debe notificarle un eventual traslado a otro país.