Desde locales de comida rápida hasta refinados mesones de Washington cerraron este jueves en el marco de una singular protesta contra las políticas anti-inmigración del presidente Donald Trump que remarcaba que Estados Unidos se mueve -y se alimenta- con la mano de obra de sus extranjeros.

Anunciada hace pocos días y apuntalada en Twitter por José Andrés, el renombrado chef hispanoestadounidense y némesis de Trump, la “Jornada sin inmigrantes” empujó a algunos locales a cerrar en solidaridad con sus empleados inmigrantes o simplemente porque éstos no se presentaron a trabajar.

De Nueva York a Los Ángeles, los inmigrantes no fueron a trabajar, no llevaron a sus hijos a las escuelas, evitaron comprar combustible o intentaron, por diferentes medios, poner de relieve el costo para Estados Unidos de un día sin ellos.

Llegado de España en los años 90 y a la cabeza de un imperio gastronómico en Estados Unidos, José Andrés decidió cerrar cinco de sus restaurantes en Washington “en apoyo a numerosos inmigrantes entre nuestros empleados”.

“Los inmigrantes nutren a Estados Unidos”, se podía leer en las puertas cerradas de Jaleo y Oyamel, dos de los célebres establecimientos de este combativo chef amigo del expresidente Barack Obama, que renunció a abrir un local en el flamante Hotel Trump en Washington tras los comentarios denigrantes del presidente sobre los mexicanos.

Trump lo demandó por daños y perjuicios y exige 10 millones de dólares en un caso disputado en los tribunales.

Mark Ralston | AFP
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Deportaciones y prohibición de entrada

La protesta ciertamente no paralizó el almuerzo en Washington ni otras ciudades, pero su impacto fue visible.

“Creo que es sensacional, especialmente que esté ocurriendo aquí, en (Washington) DC, donde afecta directamente a la gente de Trump”, dijo Amara Shaker-Brown, de 27 años, cuyos abuelos nacieron en Italia, Líbano e Irlanda. “Soy descendiente de inmigrantes, como casi todos en este país”.

La mezcla de protesta, boicot y huelga tiene lugar en momentos en que un gran temor se extiende principalmente en la comunidad de latinoamericanos en Estados Unidos, a causa de las operaciones que desembocaron en la detención de cientos de extranjeros sin papeles.

Algunos fueron deportados sumariamente después de que Trump prometiera en la campaña electoral que expulsaría a los inmigrantes ilegales.

También se mantiene el enojo por el ahora suspendido decreto que prohibía la entrada de todos los refugiados y de ciudadanos de siete países mayoritariamente musulmanes.

Pero la falta de anticipación y el espíritu descentralizado de la protesta conspiraron contra una demostración más rotunda sobre el efecto que tendrían esas deportaciones en las opciones culinarias de los estadounidenses.

Cerca de 11 millones de clandestinos viven en Estados Unidos y los sin papeles representaban en 2014 el 9% de los trabajadores del sector hotelería y restauración, según el Pew Research Center.

En Los Ángeles, corazón de una vibrante comunidad de inmigrantes mexicanos y centroamericanos, las cocinas de los restaurantes estaban, como un día cualquiera, llenas de latinos.

“No me enteré a tiempo, supe solo hasta hoy y ya no tenía como decirle al patrón que no venía”, dijo a la AFP el guatemalteco Carlos López, quien recoge platos en un restaurante en Hollywood.

Mark Ralston | AFP
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“Este país se paraliza”

De pie frente a Sweetgreen en Washington, una cadena de bares de ensaladas que decidió cerrar sus 18 locales en la capital estadounidense, Edward Burger, un médico retirado de 84 años dijo que la protesta era una gran idea.

“La cuestión de los inmigrantes y la hospitalidad de Estados Unidos es muy importante, para ellos y para nosotros”, aseguró.

En este bastión demócrata -más del 90% votó por Hillary Clinton en las presidenciales de noviembre-, las iniciativas anti-inmigrantes de Trump han provocado un gran movimiento espontáneo de rechazo.

Señor presidente, sin nosotros y sin nuestro apoyo, este país se paraliza”: desde el Pentágono hasta los barrios de mayoría hispana, pasando por las calles comerciales cercanas a la Casa Blanca y en la propia cafetería del Capitolio, esta consigna motivó este jueves el cierre de unos 70 restaurantes, algunos de los cuales se encuentran entre los más elegantes de la capital.

Otros tantos también estaban cerrados en otras partes de Estados Unidos, sobre todo en Nueva York, Filadelfia y Chicago.

Port Richmond, un barrio de Staten Island en Nueva York estaba “desierto”, tuiteó César Vargas, un abogado indocumentado, mientras varios neoyorquinos publicaban fotos de los carteles de cerrado en las ventanas de sus mercados o restaurantes favoritos.

Igualmente cerrados permanecieron los elegantes Frankies 457 Spuntino y Prime Meats, en Brooklyn.

“Aunque cerrar dos negocios por un día podría ser una sacrificio de ventas, ello no se compara con los sacrificios que nuestros equipos han hecho atendiendo nuestros restaurantes en la última década y los apoyamos”, señalaron en un comunicado los dueños de ambos locales Frank Castronovo y Frank Falcinelli.