Seguro de salud para todos: ésta es la promesa del presidente Donald Trump y fue también la de Barack Obama, cuya gran reforma de 2010 se encuentra sin embargo contra las cuerdas.

La derogación de la Affordable Care Act u “Obamacare” es desde 2010 una prioridad para los republicanos que ahora controlan totalmente el Congreso y la Casa Blanca y que encarna, a sus ojos, una deriva costosa y socializante, a la europea.

Pero esta menospreciada ley ha permitido cubrir a una veintena de millones de estadounidenses que vivían sin cobertura de salud, haciendo caer la proporción de 16% a 8,9% de 2010 a 2016. La clave consiste ahora en remplazarla sin “desasegurar” a nadie.

¿Cobertura universal?

Para el millonario republicano es inconcebible que los estadounidenses no puedan tener cobertura sanitaria por razones financieras, un tema que ha sido una constante desde que era candidato.

“Asegurarse es demasiado caro para algunos, y nadie morirá en la calle con un presidente Trump”, dijo el martes en Fox News. “Crearemos una cobertura para todo el mundo”, afirmó el fin de semana pasado en el Washington Post.

Pero en un sistema de salud que reposa prácticamente en el sector privado, este compromiso es difícil de aplicar. En Estados Unidos, sólo un tercio de la población está cubierta por un seguro público: Medicare para los mayores de 65 años y Medicaid para los más modestos.

La mitad de los estadounidenses están asegurados a través de sus trabajos, según la Kaiser Family Foundation, y cerca del 7% por lo que conocemos como el mercado individual, para independientes y asalariados sin seguro.

La solución de Barack Obama consistía en obligar a cada uno a asegurarse y en dar ayudas a los estadounidenses para que pudieran comprar su cobertura, lo cual, según los republicanos, es demasiado coercitivo y caro.

En lugar de una cobertura universal, los conservadores proponen por lo tanto un “acceso” universal. Para ellos, la salud no es un derecho.

“El objetivo es que cada estadounidense tenga acceso a la mejor cobertura posible”, declaró el miércoles en el Senado el legislador Tom Price, nombrado secretario de Salud por Trump.

Desenfoque legislativo

El plan republicano, tal como está descrito por el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, consiste en suprimir la obligación de estar asegurado, en nombre de la libertad de elección; suprimir las condiciones de ingresos para las ayudas, cuyo monto bajará; y reagrupar a los pacientes “de riesgo” en grupos de seguros subvencionados por los Estados, con el fin de liberar al Estado federal.

Un aspecto de Obamacare particularmente popular era la posibilidad para los hijos de permanecer bajo la cobertura de sus padres hasta los 26 años, y no será modificado por los republicanos.

Sin embargo, quedan grandes agujeros negros que ya han mencionado los demócratas: los permisos de maternidad ¿seguirán estando cubiertos?, ¿y la cuestión de los tratamientos vinculados con la toxicomanía?, las aseguradoras, ¿podrán instaurar los máximos de rembolso que existían antes?.

Y el misterio más grande de todos: ¿Cuándo se llevará a cabo la reforma conservadora?

Los republicanos prometen una supresión del Obamacare y el voto rápido de una ley de sustitución, con el fin de evitar una laguna de cobertura y de tranquilizar al sector de los seguros, y Trump ha pedido que sea “simultáneo”, todo un reto a la vista de la complejidad del dossier.

Algunos legisladores de la mayoría se niegan a votar una abolición antes de que la nueva ley esté lista y los republicanos han prometido que nadie perderá su cobertura sanitaria.

Escaso en detalles, Trump delega la logística a los legisladores e insiste en el objetivo final: “La salud será menos cara y mejor”.