Voluntarios indonesios excavaron este lunes una fosa común para enterrar a las cientos de víctimas del sismo y el tsunami que azotó la isla indonesia de Célebes, mientras los socorristas trataban de sacar a más supervivientes de entre los escombros.

Ante la amplitud de la catástrofe, que dejó al menos 832 muertos, el gobierno indonesio solicitó ayuda internacional.

El balance es superior al del sismo que golpeó la isla indonesia de Lombok en agosto, que causó más de 500 muertos. Las autoridades esperan que el balance final sea mucho más alto, pues gran parte de la región afectada sigue siendo inaccesible.

Decenas de agencias humanitarias y de oenegés se brindaron para dar asistencia al país, pero el envío de ayuda a la zona resulta complicado porque numerosas carreteras están cortadas y los aeropuertos dañados.

“No tenemos mucha comida. Sólo pudimos tomar lo que teníamos en casa. Y necesitamos agua potable”, declaró a la AFP Samsinar Zaid Moga, una mujer de 46 años.

“Lo más importante son las tiendas, porque ha llovido y hay muchos niños aquí”, añadió su hermana, Siti Damra.

Oxfam “prevé aportar ayuda a, potencialmente, 100.000 personas”, alimentos instantáneos, equipos de purificación del agua y de tiendas, indicó Ancilla Bere, una responsable de esa oenegé en Indonesia.

“No tenemos mucha comida”
- Indonesia víctima de la catástrofe

Pero “el acceso es un gran problema”, destacó el director del programa de Save The Children, Tom Howells. “Las organizaciones de ayuda y las autoridades locales se esfuerzan por alcanzar varias comunidades alrededor de Donggala, donde se prevé que habrá grandes daños materiales y posibles pérdidas de vidas humanas a gran escala”, explicó.

La mayoría de las víctimas se registraron en Palu, una ciudad de 350.000 habitantes en la costa occidental de la isla de Célebes, según la agencia de gestión de desastres. Pero las autoridades y las oenegés se preocupan también por la situación en la región de Donggala, más al norte.

Búsqueda de supervivientes

Sobre el terreno, los equipos de rescate trabajaban contrarreloj para hallar supervivientes y sacarlos de entre los escombros.

El lunes, los socorristas rebuscaban entre los restos del hotel Roa Roa, donde se cree que entre 50 y 60 personas podrían haber quedado sepultadas. De momento, salvaron a dos personas en ese lugar, según una fuente oficial.

Bay Ismoyo | Agence France-Presse
Bay Ismoyo | Agence France-Presse

Muchos habitantes siguen buscando a sus allegados, desaparecidos, en los hospitales o en las morgues improvisadas.

En el patio trasero de un hospital, decenas de cuerpos fueron alineados y recubiertos con lonas bajo el sol, mientras los heridos esperaban al otro lado del edificio para ser atendidos.

Para evitar riesgos sanitarios, las autoridades previeron enterrar a las víctimas en masa y ordenaron excavar una gran fosa común, constató la AFP.

Según funcionarios del gobierno, unos 1.200 presos escaparon de tres cárceles de la región, una en Palu y la otra en Donggala.

Los chasis de los vehículos, los edificios reducidos a escombros, los árboles arrancados y los tendidos eléctricos derrumbados daban cuenta en Palu de la violencia del temblor, ocurrido a cientos de kilómetros de allí, y de la ola de 1,5 metros que asoló su costa.

“Fui arrastrado por una ola de unos 50 metros. No podía agarrarme a nada”, contó Adi, un superviviente del tsunami. “Trepé por un edificio que tenía vigas en su parte delantera. Y descansé. Luego llegó una segunda ola, todavía más alta. Y de repente me vi en un tejado”.

En el momento del sismo, había 71 extranjeros en Palu, la mayoría de los cuales están siendo repatriados, según la portavoz de la agencia de gestión de catástrofes, Sutopo Purwo Nugroho.

Indonesia, un archipiélago de 17.000 islas e islotes que se encuentra en el Cinturón de Fuego del Pacífico, es uno de los países del mundo más propensos a sufrir desastres naturales.

El terremoto fue más potente que los temblores que dejaron más de 500 muertos y unos 1.500 heridos en la isla indonesia de Lombok en agosto.