El éxodo de los rohinyás de Birmania superó este jueves el simbólico umbral del medio millón de refugiados huidos a Bangladesh desde finales de agosto según la Naciones Unidas (ONU), organización que no pudo acceder a la zona como estaba previsto.

Por primera vez desde el inicio del nuevo brote de violencia, representantes de la ONU tenían que acceder durante esta jornada a la zona del conflicto en el estado birmano de Rakáin, en el oeste.

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Pero el Gobierno birmano aplazó la visita en el último momento, oficialmente, a causa del mal tiempo.

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá hoy en Nueva York para abordar de nuevo el conflicto en Birmania, que ha causado uno de los mayores desplazamientos de la población del siglo veintiuno en Asia.

Entretanto, en Bangladesh, donde se encuentran más de 500.000 nuevos refugiados musulmanes, según las últimas cifras de la ONU, se produjo una nueva tragedia migratoria.

Una embarcación de rohinyás que zarpó el miércoles por la noche de una aldea costera de Rakáin naufragó cuando estaba a punto de tocar tierra firme.

Se hallaron 14 cuerpos, principalmente de mujeres y niños, pero este balance podría empeorar.

“Naufragaron ante nuestros ojos. Pocos minutos después, las olas trajeron los cuerpos a la playa”, explicó Mohamad Sohel, un vendedor.

Nurus Salam, un superviviente de la tragedia, lloraba desconsoladamente por la muerte de su mujer y un hijo.

“El barco tocó con algo en la parte inferior cuando se acercaba a la playa. Luego volcó”, contó a un periodista de la AFP en el lugar.

Guerra de informaciones

Como minoría musulmana del oeste de Birmania, los rohinyás huyen de una ola de represión del ejército nacional, consecuencia de los ataques de los rebeldes rohinyás el 25 de agosto.

La ONU considera que el ejército birmano y las milicias budistas están perpetrando una limpieza étnica contra esta comunidad en Rakáin.

El éxodo de los rohinýas ha desbordado a las autoridades de Bangladesh, una nación pobre del sudeste asiático de mayoría musulmana.

En los gigantescos campamentos de refugiados en la frontera, autoridades y ONGs no dan abasto ante la marea humana que llega al país y temen que, en medio de las precarias condiciones sanitarias en las que viven, se propaguen epidemias de cólera, disentería o diarreas.

En Rakáin, decenas de pueblos fueron reducidos a cenizas y miles de rohinyás estarían escondidos en el bosque, sin comida ni medicamentos.

Birmania, duramente criticada, acusa sin embargo a la comunidad internacional de posicionarse a favor de los rohinyás, e insiste en los casi 30.000 budistas e hindúes que también han tenido que huir a causa de estos combates.

La dirigente de facto birmana, Aung San Suu Kyi, reprendida por su ambigua posición frente a esta crisis, mantiene una frágil equilibrio con el poderoso ejército birmano.

En un esperado discurso la semana pasada, la premio Nobel de la Paz dijo que los refugiados podrían volver, aunque no dejó claros bajo qué criterios.

Los rohinyás, la población apátrida más grande del mundo, están considerados como extranjeros en Birmania, un país con más del 90% de la población budista.

Reconociendo sus límites frente a esta descomunal crisis humanitaria, Bangladesh suavizó las restricciones hacia ONGs y autorizó a 30 organizaciones bangladesíes e internacionales a intervenir en los campos, durante un tiempo “máximo de dos meses”.