Decenas de miles de personas han protestado en Colombia en las últimas semanas. Muchos miembros de pueblos indígenas también participaron en las manifestaciones. Su presencia agudizó el debate público.

Los disparos suenan en un vídeo borroso de teléfono móvil. Una mujer grita: “Fuera, indios”. Un camión en el que viajan miembros de la Minga, una coalición de protesta de varios pueblos indígenas, intenta pasar por una carretera. Son detenidos. Los disparos se repiten. Al final, Daniela Soto tiene que ser trasladada al hospital herida. Es una de las líderes de la juventud indígena.

Las escenas se desarrollan en Cañasgordas, uno de los barrios ricos del sur de Cali. No es el único enfrentamiento violento que ha vivido la Minga desde que se unió a las protestas que actualmente sacuden a Colombia.

Los enfrentamientos y el amplio debate en los medios de comunicación nacionales y en Twitter ofrecen una visión de una sociedad en la que los pueblos indígenas siguen siendo vistos como un grupo ajeno.

Desde que la Minga se sumó al paro nacional colombiano el 2 de mayo, la discusión no ha cesado.

Aunque solo unos pocos miles de indígenas participaron en las protestas, su presencia actuó como acelerador en el debate entre los opositores y los partidarios de la protesta. Con pocas pruebas tangibles en ambos lados.

En un reportaje televisivo de Noticias Caracol, un reportero habló de “ciudadanos e indígenas”, negando de hecho que los indígenas también puedan ser ciudadanos.

“El Estado y los medios de comunicación nacionales quieren culparnos de la violencia”, dice Aquilino Cuene. El hombre de 50 años pertenece al pueblo Nasa y vive en el norte del departamento del Cauca. “Esto es una mentira. Seguimos la petición de los manifestantes de participar en las huelgas como mediadores”, aclara.

Los indígenas, dice, están tan afectados por las desapariciones y los asesinatos como otros sectores de la población. Si no más: según la ONG Indepaz, al menos 300 líderes indígenas han sido asesinados desde el acuerdo de paz de 2016.

El papel de la Guardia Indígena

Durante las dos semanas que estuvo en Cali, Cuene afirma haber visitado los distintos emplazamientos de la huelga en la ciudad, para hablar con los jóvenes sobre los métodos de protesta pacífica. “Algunos manifestantes destruyen infraestructuras y objetos”, dice Cuene.

“Después de la violencia que han sufrido, puedo entenderlo. Aun así, no es el camino correcto”, lamenta.

Muchas personas hacen comentarios especialmente negativos en internet sobre la “Guardía Indígena”, formada por pobladores que tradicionalmente protegen sus territorios.

Durante las actuales protestas, a menudo se colocaron entre los manifestantes y las fuerzas de emergencia. Una y otra vez circula la acusación de que la guardia está armada y atacaría a los residentes.

Esto no es cierto, dice Noelia Campo, portavoz del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC. “Nuestras caravanas han sido infiltradas. Se utilizan nuestros colores y símbolos para hacernos parecer los malos”, asegura.

Aunque no sabe quién está concretamente detrás de la infiltración: “Estamos haciendo todo lo posible para encontrar a estas personas y llevarlas ante las autoridades competentes.”

Larga tradición de resistencia

Conoce las acusaciones, dice Fabián Mulcue, miembro de la Guardia Indígena. “Mucha gente nos dice que somos parte de la guerrilla, la guerrilla nos dice que somos agentes del Estado. No quieren entender que nos defendemos por nosotros mismos”.

La resistencia de los pueblos indígenas en Colombia tiene una larga tradición. Sus reivindicaciones y su presencia no han contado con la aprobación de todos. Su participación en las actuales protestas fue pequeña en relación con el total de los manifestantes.

Pero, con el telón de fondo del ambiente caldeado y la falta de comprensión de manifestantes y opositores entre sí, su presencia endureció los frentes.

Jorge Ospina, alcalde de la ciudad, se expresa con cautela. “Aunque la Minga es un ingrediente más en la confusa situación nacional actual, estoy convencido de que tendrá un efecto tranquilizador para las negociaciones con los manifestantes.”

El miércoles pasado, la Minga salió de Cali en sus coloridos autobuses, llamados Chivas. Noelia Campo está convencida: “Hemos cumplido con nuestra contribución a una protesta pacífica aquí”.

Ahora, dice, es el momento de irse. “No abandonaremos la resistencia. La huelga no es solo en Cali, se da en todo el país. Y los indígenas estamos haciendo la mejor contribución en nuestros territorios.”