Centroamérica es una región donde la presencia de pandillas, incluso desde las cárceles, tiene a las poblaciones acechadas, sin poder hacer nada al respecto.

“Solo rezamos”, dice “Cristina”, una joven madre salvadoreña con una hija adolescente, quien cada mañana que la ve irse al instituto, reza para que vuelva sana y salva.

No es para menos. Las niñas están acechadas por las maras o pandillas, incluso en el transporte colectivo.

“Vas a ver, voy a conseguir tu número y te voy a mandar a matar”, consigna un noticiero local la amenaza contra “Elena”, una adolescente estudiante que les relató el suplicio de ser acosada por un pandillero.

Cuando uno de estos quiere tener relaciones sexuales con alguna de ellas, en ocasiones envían a “emisarios” para darles seguimiento y hacérselos saber. Es por las buenas o las malas.

Por lo general, son líderes de las denominadas maras o pandillas, que en El Salvador, ya rondan las 100 mil personas, entre miembros y sus familiares. Ese territorio tiene más de 6 millones de habitantes.

En este país, es precisamente donde se han conocido detalles de una nueva modalidad para “poseer” sexualmente a las niñas desde la cárcel. Ese lugar donde se supone que los pandilleros están fuera de acción y desde el que ya no pueden hacer daño.

No es así, según el gerente de Influencia de Plan Internacional El Salvador, Adolfo Vidal. Habla por una ONG para la infancia y su educación, que ha sido citado por periódicos locales como elsalvador.com

Vidal asegura que adolescentes son obligadas a visitar a maras y pandillas a penales (cárceles) para que tengan relaciones sexuales con estos. Se trata de la denominada “visita íntima” a la que tiene derecho un reo con su pareja (novia, esposa, etc.)

Diario El Mundo / El Salvador
Diario El Mundo / El Salvador

“Niñas de 16 años son obligadas por las pandillas a realizar visitas íntimas a los pandilleros en los penales. Las obligan a conseguir DUI falsos o de personas adultas, ver de qué manera se cumple con la obligación para salvar la vida o de su familia. Esto está pasando y es parte de esa suma”.

Salvar su vida o la de su familia. Y es que si se niegan, tras ser informadas por los deseos de los pandilleros desde una determinada cárcel, son amenazadas de muerte. También sus familiares. Es un precio muy alto como para decir “no”. Es un monosílabo que si pronuncian, puede hacer la diferencia entre vivir o morir.

Según el representante de Plan, es un tema al que el Estado y la comunidad internacional debe “darle más estudio”. Sostiene que desde Naciones Unidas no fue incluido en el informe sobre Uniones Infantiles Forzadas, realizada por el Fondo de Población de este organismo mundial.

Es otra realidad latente en territorio salvadoreño. Los padres ven como por “decisión” propia o por la fuerza, sus hijas menores de edad inician una vida marital con miembros de estos grupos delictivos. La condición es la misma: vivir o morir, si se niegan a hacerlo. Ellos también quieren hijos, como si se tratase de un pedido de procreación a la carta.

Cristian Poveda / Fotógrafo español asesinado por pandillas
Foto de Cristian Poveda, español asesinado por pandillas

“Si tuviéramos un mejor control sobre la violencia social también tendríamos una reducción significativa (de uniones tempranas forzadas), creo que no bajamos más porque la violencia social todavía no nos deja, nos está causando un impacto”, asegura Vidal.

Mauricio Cáceres / EDH
Mauricio Cáceres / EDH

“Ver, oir y callar”

Se trata de una condición de vida a partir de la cual, muchas personas fuera del territorio donde ocurre, se preguntan: ¿cómo puede un padre o una madre permitir tal vejamen contra su hijo o hija?

No puede juzgarse a la ligera. La amenaza lanzada abarca a todos los miembros de la familia u otros que los visiten en sus comunidades.

Lorenza es una mujer que vive en una colonia o población al norte de San Salvador, la capital salvadoreña. Consultada por BioBioChile (siempre y cuando su nombre real no se diera a conocer) aseguró que los graffitis que dan la bienvenida en las comunidades, se quedan cortos.

Es una orden que debe tomarse en serio si quienes viven en esos lugares quieren conservar la vida o su casa, cuyo crédito muchas veces no han terminado de pagar.

Su vecina tenía una pequeña tienda, pero su “pecado” (como el de ser mujer y gustarle a un pandillero) fue atender a unos policías que llegaron a comprar algo para hidratarse, mientras finalizaba un operativo contra pandillas.

Uno de sus informantes, muchas veces niños quienes reciben “gratificaciones”, les aseguró que la señora estaba dándoles datos que podía perjudicarlos. Cuando la policía se fue, recibió una visita nada amigable: “Le dijeron que si no se quería morir, tenía que irse de la colonia. Tenía casi 20 años de ser nuestra vecina e iba destrozada”.

Se trata de un destierro obligado por supuestamente haber faltado al famoso “ver, oir y callar”. Ese que muchas veces acatan la mayoría de padres, porque quienes han intentado defender a sus hijas de emparejarse con un pandillero, por las buenas o las malas, terminan muertos y sus familias de luto.

El gobierno de El Salvador asegura estar recuperando las zonas asediadas por las pandillas o maras, a partir del denominado Control Territorial.

Sin embargo, se trata de un fenómeno de la posguerra salvadoreña que tiene al menos dos décadas de crecimiento, dada la falta de educación, empleos y otras condiciones sociales que los gobiernos responsables saben otorgar a la juventud para no inmiscuirse en la delincuencia y poner de rodillas a su sociedad.

Sí, de rodillas. como los padres o madres, cuando rezan cada mañana esperando a que sus hijos e hijas vuelvan a casa sanos y salvos.

La Prensa Gráfica / El Salvador
La Prensa Gráfica / El Salvador