Mientras en Barbados prosigue diálogo entre el Gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, la atención sigue puesta también en el drama humano de Venezuela.

La difícil coyuntura humanitaria se extiende más allá de las fronteras de la antaño próspera nación caribeña. Los actores internacionales se están concentrando en los centenares de miles de venezolanos que no han tenido más remedio que escapar –de qué, poco importa a partir de cierto punto- a países como Colombia o Perú.

Sin embargo, un episodio ha ensombrecido el flujo de ayuda internacional a migrantes y refugiados. Una exclusiva periodística denunció a mediados de junio que dos representantes en Colombia del autoproclamado presidente interino, Juan Guaidó, se apropiaron de 90.000 dólares (más de 61 millones de pesos chilenos) de donaciones particulares.

El dinero, que tendría que haber cubierto gastos humanitarios, así como haber servido para atender a los militares refugiados, se desvió para financiar la vida de lujo de los enviados del líder opositor.

El terremoto fue inmediato, pero Guaidó, reconocido como presidente interino por medio centenar de países, entre ellos Alemania, respondió rápidamente: Rossana Barrera y Kevin Rojas, ambos militantes de su partido, fueron apartados y Guaidó solicitó a la Fiscalía colombiana y a la ONG Transparencia Internacional, con sede en Berlín, que investigasen el caso.

No se ha hecho pública aún conclusión alguna de estas pesquisas. El “embajador” del líder opositor en Colombia, Humberto Calderón Berti, declinó conceder una entrevista a DW.

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El compromiso humanitario alemán en Venezuela

¿Cómo queda la ayuda humanitaria en esta tesitura que el Gobierno venezolano ha aprovechado para tratar de restar legitimidad a su contendiente? “No podemos enlodar toda esta operación de ayuda humanitarian porque una o dos personas cometan errores”, dijo en entrevista con DW el representante de Guaidó en Berlín, Otto Gebauer, quien sí se mostró dispuesto a hablar.

Él describe lo ocurrido como “hechos aislados y muy puntuales”. Las autoridades alemanas, sostiene el “embajador”, están permanentemente en contacto con ellos.

Alemania es uno de los países que más ha contribuido en materia de ayuda. Fuentes del Ministerio de Exteriores germano confirmaron a DW que se han destinado cinco millones de euros para la crisis en Venezuela.

Estas mismas fuentes subrayaron que Berlín es “muy consciente” de la situación de los migrantes y refugiados venezolanos, lo que le ha llevado a financiar varios proyectos al respecto con otros 19 millones de euros entre 2018 y 2020.

La pregunta es cómo disipar la sombra de duda. Preguntadas por los presuntos casos de malversación de fondos, las fuentes citadas afirman que “todos los receptores de ayuda humanitaria alemana están obligados a tomar las medidas apropiadas para prevenir la malversación de los fondos, así como la influencia de la corrupción en las actividades de los proyectos”.

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“Los fondos no son suficientes”

La realidad del trabajo humanitario sobre el terreno es ya de por sí desoladora, según lo describe Jelena Kaifenheim, de la ONG alemana Malteser International. La cooperante trabaja en proyectos financiados por el Ministerio de Exteriores germano en la región fronteriza de La Guajira, en el norte de Colombia. Se trata de una región que ha recibido mucha menos atención mediática que otras como Cúcuta, lamenta Kaifeinheim, que además pone de relevancia la escasez de actores humanitarios y el poco conocimiento del contexto local que tienen los pocos que sí están presentes.

Kaifenheim confirma a DW que “hay bastante interés en información actualizada sobre la problemática de los fondos”. Por lo que conoce, añade, “el Gobierno alemán está trabajando con ONG establecidas que tienen sus propios procesos de monitoreo y rendición de cuentas”.

No pueden permitirse un atisbo de sospecha. La trabajadora humanitaria salta rápidamente de un tema a otro y luego al siguiente al enumerar los problemas que afrontan los venezolanos en las regiones fronterizas de Colombia, especialmente en las áreas rurales. Falta comida, pero es que también falta el techo, o los medicamentos, o los productos de higiene básica. La lista sigue y se complica particularmente por la situación de informalidad en la que vive un gran número de estos exiliados, que les impide en muchos casos acceder a la asistencia.

“Los fondos no son suficientes”, lamenta Kaifenheim. Si el diálogo no llega a buen puerto, seguirán dependiendo de estos fondos. Unos y otros les vuelven a pedir que esperen; a ellos, que ya no tienen nada. “Y se están desesperando”.

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