Todos los días, un padre, madre, hermana, un hijo o hija, da el beso de despedida en la frente a un familiar y por lo general lo hace de madrugada. Se despide en penumbras para que nadie lo vea marcharse en busca de “El sueño americano” o suramericano, depende del continente y el tipo de tragedia socio política o económica que los obligue.

El de tipo americano, se ha vuelto una pesadilla más grande, en las últimas horas, para los que deciden salir del triángulo norte (El Salvador, Guatemala y Honduras). La foto que da la vuelta al mundo desde Tamaulipas, México, evidencia su magnitud.

Oscar y Valeria, de 25 años y 23 meses de edad, eran padre e hija. Se aventuraron a soñar con un futuro mejor. La pesadilla vino en corrientes de agua turbia, que los arrastró y hundió en segundos el pasado domingo.

La muerte de estos dos salvadoreños ha abierto el debate de por qué en su país la gente huye hacia “una vida mejor”, pero son interceptados por la muerte. También, sobre la turbia política migratoria de Trump, como el mismo río que los ahogó.

El Salvador tiene un sueldo mínimo de 300 dólares o 203 mil pesos chilenos. Solo esto se vuelve una condicionante para migrar forzosamente. Lo segundo y más importante a destacar: muchos salvadoreños huyen de su país por amenazas de grupos delincuenciales, principalmente maras y pandillas. Estos que ya superan los 60 mil (entre casi 7 millones de habitantes) controlan los territorios y si algún joven (hombre o mujer) no quiere formar parte de estos, es miembro rival o se niega a tener una relación sentimental con ellos, tiene una muerte segura.

Por otra parte, la falta de oportunidades para acceder a los empleos es una herencia de 30 años de políticas de gobierno, que entre derecha e izquierda, dejan en el centro de la soledad a una sociedad con un pasado de guerra que dejó 80 mil muertos.

El conflicto armado obligó a miles, entre los ochentas y noventas, a huir a Estados Unidos. “Irse mojado para el norte” se volvió una necesidad.

El río Bravo en México le ha cobrado una enorme factura esta semana a la familia de Oscar y Valeria. Los medios de su país como elsalvador.com, le han hecho una radiografía al trágico suceso y confirman el sufrimiento de una madre y esposa, que a sus 21 años, vio como su bebé y su pareja eran llevados por el caudal, para siempre.

Con 25 años, Oscar estaba en el rango de salvadoreños que según estudios de la Escuela Superior de Economía ESEN, revelan que jóvenes entre 15 y 29 años ganan desde sus empleos, cifras imposibles de sortear para asegurarse una vida mejor.

Los salarios en países como El Salvador:

Si tienen educación básica y necesitan trabajar: $198 dólares mensuales. (134 mil pesos chilenos)

Bachilleres (Cuarto medio en Chile) $244 dólares. (165 mil pesos chilenos)

Educación técnica, estudios superiores o con profesorado $287 dólares. (194 mil pesos chilenos)

Graduados de la universidad $408 dólares, es decir, 277 mil pesos chilenos.

Fuente: ESEN

“Practicamente los estamos invadiendo”

Es una vida difícil que lleva a reflexionar sobre las diferencias geográficas y sociales de los países. También de sus sufrimientos particulares. Muchas veces se escucha al chileno promedio, quejarse del Estado y las garantías que le ofrece desde la salud, educación, seguridad pública, además de otros aspectos vitales que en otros países no son garantizados y tienen a salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, huyendo hacia el norte.

Pero escapar de un monstruo social, a EEUU, es enfrentarse a otros similares, entre estos: el tren conocido como “La Bestia”, que los mutila o mata cuando de este caen en marcha, o Ríos como el Bravo, en México, que ahoga los sueños de quienes sucumben a sus aguas. Qué decir de los cuerpos en Arizona, encontrados por la patrulla fronteriza, deshidratados y sin haber recibido ayuda en su agonía.

La inmigración bajo cualquier circunstancia es dolorosa. Se mira a diario en Chile, cuando los venezolanos llegan flacos y endeudados, contando sus historias de tristeza. El enemigo, allá, está vestido de crisis política y social desde el Chavismo. El Madurismo ahora los tiene intentando ingresar a un territorio que consideran ajeno pero un refugio.

“Porque nosotros prácticamente los estamos invadiendo”, dice un enérgico Uber de voz grave y acento caribeño, de quién nos reservamos el nombre por obvias razones. Sus palabras reflejaban dolor y coraje, en medio de una travesía obligada. 3 años de vivir en Chile y sus papeles para regularizar su estadía no llegan. Parece que la “invasión” que el mismo asegura, es la causante del retraso, sumado a la falta de experticia de un Estado que no sabía que era la migración masiva. Lo dicen las filas en las oficinas de Extranjería en varias regiones.

Sin embargo, las diferencias como las que se mencionan desde cerca de Norteamérica, son afortunadamente notorias. No hay desiertos, ríos Bravos, muros presidenciales o Bestias que amenacen con tirarlos. No hay ciudadanos colaborando con una patrulla fronteriza, delatándolos. A los sumo, una generación de adultos mayores que hablan entre “onces”, que la raza se acabará con tanto venezolano o haitiano.

Las fronteras se protegieron a lo largo de Suramerica, es válido. La prosperidad que Chile proyecta hacia el resto del continente, tiende a confundir a los extranjeros. Guadalupe, una salvadoreña, decía durante su visita turística, que “Chile paga como EEUU los sueldos”. Sacarla de esa creencia fue difícil. Hubo que hacerlo con calculadora y conversor de divisas en manos.

Muchos preguntan que sucede con la economía chilena que “es tan buena” y los mueve hacia territorio ajeno, dejando a su familia. “Maduro lo que ha hecho es fomentar la desunión familiar”, dice el venezolano Uber al volante. “Mis primos se fueron a otras partes, andan regados en todo el mundo, no creo volverlos a ver”.“Aquí la economía es buena”, insistía.

ALEXANDER INFANTE/AGENCIA UNO
ALEXANDER INFANTE/AGENCIA UNO

Hay una necesidad, pero también un sufrimiento distinto, y sin querer minimizarlo, no se enfrentan como otros padres, al encierro de sus hijos en albergues de niños migrantes, la política más cuestionada de Trump.

Tienen una nueva oportunidad para sortear las dificultades. “Mientras hay vida, hay esperanza”, reza un conocido dicho popular. La esperanza en el caso de centroamericanos como la familia de Oscar y Valeria, se acabó en un abrir y cerrar de ojos, el Río Bravo se la llevó con la fuerza de la indolencia.

La Prensa Gráfica / El Salvador
La Prensa Gráfica / El Salvador