La mañana de este viernes y en medio de la ceremonia fúnebre se dio a conocer el contenido de la carta final del expresidente de Perú, Alan García.

El otrora jefe de gobierno se suicidó de un disparo en la cabeza la jornada del miércoles, cuando la policía efectuaba una orden de detención en su contra, por su eventual vinculación con el caso de corrupción Odebrecht.

De esta manera y según consigna ElComercio.pe, en medio de la ceremonia, su hija Luciana García leyó la carta en la sede del Apra, conocida también como la Casa del Pueblo, y en presencia de familiares, militantes y seguidores del exmandatario.

La misiva inicia con García destacando haber llevado al aprismo en dos oportunidades y sostiene que esa fue la misión de su existencia.

Asimismo señala que no tenía que sufrir la injusticia de ser detenido acusado de presuntos actos de corrupción derivados del caso Odebrecht y es firme en asegurar que “no hubo ni habrá cuentas ni sobornos, ni riqueza“.

En uno de los pasajes más llamativos señala “(…) le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios, porque ya cumplí la misión que me impuse”.

Tras la lectura de la carta se realizó poco antes de que el féretro con los restos del expresidente fueran llevados hasta un cementerio privado de la ciudad de Lima, donde será cremado.

Lee a continuación la carta de Alan García:

“Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de ese movimiento.

Por eso y por los contratiempos del poder, nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de treinta años. Pero jamás encontraron nada y los derroté nuevamente, porque nunca encontrarán más que sus especulaciones y frustraciones.

En estos tiempos de rumores y odios repetidos que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar, vejar y no para encontrar verdades.

Por muchos años me situé por sobre los insultos, me defendí y el homenaje mis enemigos era argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias.

No hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riqueza. La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podrá haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano. Por eso repetí: otros se venden, yo no.

Cumplido mi deber en mi política y en las obras hechas en favor de pueblo, alcanzadas las metas que otros países o gobiernos no han logrado, no tengo por qué aceptar vejámenes. He visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos.

Por eso, le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo. Y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse.

Que Dios, al que voy con dignidad, proteja a los de buen corazón y a los más humildes”.