Como la espuma, podría calificarse el ascenso de la carrera de Alan García, el político peruano nacido en Lima, el 23 de mayo de 1949.

Su padre, Carlos García Ronceros, fue un militante del partido Alianza Popular Revolucionaria Americana, (APRA, luego Partido Aprista Peruano) detenido por la dictadura de Manuel Odría.

Alan no conoció a su padre hasta que cumplió 5 años. Lo liberaron y éste, junto a su esposa (también miembro aprista) formaron a un joven para que se integrara en un futuro a esas filas. A Los 17 años, la capacidad de Alan como orador, lo llevó a la militancia de forma prematura.

Se acercaba el final de la década de los setentas, cuando Alan García ya era un diputado constituyente. Tenía solo 29 años al asumir el cargo. Poco después, a inicios de los ochentas, ya ocupaba un puesto en el senado peruano.

Fue una carrera, además de ascendente, promisoria. Había sido instruido por el líder del partido Aprista, Victor Raúl Haya de la Torre y desde entonces todo fue escalar y escalar para una joven promesa que poco a poco se hizo notar en el espectro político peruano.

Hablando de ascender, lo hizo en pocos años al principal cargo que todo político aspira. 1985 fue el inicio de una gestión presidencial aprista, catapultado por las lecciones políticas de su mentor, las cuales, al cabo de un tiempo, no fueron las suficientes a fin de estabilizar una economía que necesitaba de medidas urgentes para salir a flote.

Twitter Alan García/ Funerales de Haya de la Torre
Twitter Alan García/ Funerales de Haya de la Torre

La inflación como bandera de García

El orador por excelencia, resultó no ser el mejor administrador que el país buscaba.

Periódicos como RPP hablan de los enormes problemas que la economía peruana enfrentaba bajo la conducción de Alan García, quien ganó en primera vuelta, pero tenía en último lugar a las finanzas locales.

Un severo control del tipo de cambio, la estatización de la banca y una inflación anual de más de 7.600% en 1990, forman parte de la receta para el desastre que se gestó durante su mandato, el cual finalizó precisamente en 1990.

Varios periódicos latinoamericanos se han apresurado a recordar un pasado bastante convulsionado de la primera vez de un presidente, que aún muerto, sigue siendo noticia.

El fin de la presidencia de Alan García fue el inicio de una serie de acusaciones en su contra y la ineficiente política de seguridad, marcada por la activa presencia del grupo extremista Sendero Luminoso.

En 1992, un autogolpe de estado, planeado por el entonces presidente Alberto Fujimori, lleva a García a exiliarse en países como Colombia y Francia.

Casi una década después (2001) hizo efectivo su retorno a Perú, debido a que los delitos por los que podría haber sido enjuiciado, ya habían prescrito.

La segunda oportunidad de Alan García en la presidencia peruana

Habían pasado 5 años desde su regreso a Perú y García buscaba una nueva oportunidad al frente del país, tejiendo las alianzas posibles dentro del partido Aprista, con el fantasma de sus errores del pasado y el exilio jugándole en contra.

Se postuló para correr la carrera presidencial y en 2006 obtuvo el nuevo chance que tanto buscó. Esta vez, apostó por una economía neoliberal para evitar equivocaciones del pasado.

De hecho, al asumir de nuevo la presidencia, su discurso estuvo marcado por un mea culpa: “Tenemos que pensar en esta noche en todos nuestros errores, en todos nuestros defectos y hacer un acto sincero de contrición (arrepentimiento). Nadie puede llegar a la responsabilidad del poder sino acepta abrir su corazón ante Dios, de que errores es culpable. Y yo digo que esta vez, tenemos que dar una demostración de amplitud, de convivencia cívica con otras fuerzas. Que no se vea apetito desordenado”, aseguraba un electo mandatario cuya historia no fue diferente en su segunda magistratura.

No fue así. Durante su gestión, los principales señalamientos en su contra se recogen en publicaciones de medios peruanos como La República, en los que se mencionan la conmutación de penas a reos condenados por narcotráfico, la muerte de más de una veintena de policías en 2009, en medio de un conflicto con nativos en la selva peruana y “vínculos con empresas brasileñas corruptas”.

STR / Agencia France Presse
STR / Agencia France Presse

La historia con Odebrecht: el principio del fin de Alan García.

Cuando Alan García ya había terminado su mandato, en Perú ya se cuestionaban las formas de su segundo gobierno y las consecuencias que traía a un país, castigado no solo por la crisis económica y la inseguridad. Se agregaba a la segunda receta para otro desastre, la arista corrupción.

Ya hacía ruido, como la maquinaria misma de Odebrecht en la línea 1 del metro peruano, la facilidad con la que la gigante brasileña ganó los contratos para adjudicarse ese y otros trabajos en el continente.

Alan Garcia no imaginaba para ese entonces, que desde la cartera de seguridad de EEUU, se destaparían una serie de documentos que señalaban los sobornos entregados por directivos de Odebrecht, a ministros y otros funcionarios latinoamericanos. Era toda una mezcla de corrupción que permitió a la empresa brasileña la construcción de una red vial y otras obras en países como Ecuador, Argentina, Venezuela y Perú.

Alan García era investigado en la actualidad por recibir incluso aportes de Odebrecht en su campaña electoral en 2006, además de pagos para ser conferencista de la empresa brasileña, lo cual estaría conectado con la adjudicación de los proyectos que tienen conexión directa (literal) con la línea 1 del metro de Lima.

La parada estratégica de la justicia, era dilucidar qué nivel de participación habría tenido García en todo el entramado Odebrechet/Lava Jato por el que guarda prisión Keiko Fujimori, la hija del también expresidente Alberto Fujimori.

Desafortunadamente, ese entramado se resolvió (para Alan García) esta mañana, cuando el exmandatario decidió suicidarse, escapando una vez más, como en su exilio en 1992. Eso sí, sin posibilidades de retorno para buscar una nueva oportunidad al estilo “la tercera es la vencida”.

STR / Agencia France Presse
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