El juez anticorrupción, Sergio Moro, futuro ministro de Justicia de Brasil, admitió este martes “divergencias” con el presidente electo, Jair Bolsonaro, en temas como la flexibilización del porte de armas y la caracterización de movimientos sociales como “terroristas”.

En su primera rueda de prensa desde que aceptó el cargo, Moro, que puso tras las rejas a empresarios y políticos de primer plano, entre ellos el expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva, anunció que pretende “utilizar el modelo” de la megaoperación anticorrupción Lava Jato para combatir el crimen organizado.

Con respecto a Bolsonaro, “hay algunas divergencias razonables, pero es absolutamente natural. Es posible que lleguemos a un término medio”, declaró en rueda de prensa en la sede de la Justicia Federal de Paraná.

Al ser preguntado por la flexibilización del porte y la posesión de armas, una de las banderas de la campaña del exmilitar ultraderechista, respondió: “me preocupa que una flexibilización excesiva pueda usarse muchas veces para armar a organizaciones criminales. Hay que pensar cuántas armas podrá tener el individuo en cada casa”.

“La cuestión será discutida, la forma como va a ser realizada”, precisó.

En una entrevista realizada el lunes, Bolsonaro afirmó que le dio “carta blanca en 100%” a Moro en los asuntos de “corrupción y crimen organizado” y que en aquello en que “sean antagónicos” buscará “el término medio”.

La legislación brasileña que Bolsonaro quiere modificar impone una serie de restricciones para adquirir armas legalmente, como tener al menos 25 años, carecer de antecedentes criminales y justificar la necesidad de su posesión.

Moro también matizó la idea de Bolsonaro de tipificar como actos “terroristas” las invasiones de propiedades, un arma de lucha tradicional del Movimiento de trabajadores rurales Sin Tierra (MST).

El juez afirmó que los movimientos sociales que causan “lesiones a terceros” no pueden ser tratados como “inimputables”, pero afirmó que “calificarlos como organizaciones terroristas no es consistente”. Eso sí, precisó que se trataba de una opinión personal.

Pese a sus divergencias, el futuro ministro se definió como “una persona dispuesta a escuchar y a cambiar sus posturas” y dijo ser consciente de que su posición será la de un “subordinado”.