Los brasileños acuden este domingo a las urnas para votar “contra la corrupción”, como pregona el ultraderechista Jair Bolsonaro, o “contra el odio”, consigna que impulsa el izquierdista Fernando Haddad, tras la campaña más tensa de su historia reciente.

En un centro de votación del acomodado barrio de Moema, en Sao Paulo -donde votó Haddad-, la empresaria Ana Lúcia Gercici, de 51 años, está convencida de que el futuro de Brasil pasa por Bolsonaro.

Está decidida a irse a vivir a Italia si el vencedor es el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, encarcelado por corrupción.

“Las personas honestas, trabajadoras, se sienten demasiado defraudadas como para votar por un ladrón y no logramos entender por qué votan por un ladrón’, exclamó la empresaria, para quien el excapitán del Ejército podrá terminar con la corrupción y reactivar la economía de la principal potencia latinoamericana.

En una escuela de la Villa Militar, en el oeste de Rio de Janeiro, donde votó Bolsonaro entre gritos de “mito, mito”, las medidas de seguridad fueron reforzadas.

Soldados cacheaban a los electores y revisaban los exteriores con espejos y detectores de metales. Simpatizantes del candidato, que en septiembre sobrevivió a una puñalada en el abdomen, entraban con la bandera de Brasil anudada a la espalda y camisetas con el rostro de Bolsonaro.

“Brasil va a vencer”, exclamó Jarbas Carlini, un metalúrgico desempleado, con una réplica de la trofeo de la Copa del Mundo en las manos.

Este elector bolsonarista de 50 años confiesa que votó por Lula (2003-2010) en dos ocasiones, pero que se siente “decepcionado” por los numerosos escándalos que involucraron al PT.

“Trabajé, estudié mucho y hoy estoy desempleado. Entonces, vemos esperanza en Bolsonaro. Se acabó el PT, esa robadera”, advirtió.

 José María del Pino | RBB
José María del Pino | RBB

“Tengo miedo”

La retórica inflamada de Bolsonaro, un defensor de la dictadura militar (1964-1985), conocido por sus comentarios ofensivos contra las minorías y sus planes de flexibilizar el porte de armas, ha electrizado esta campaña, marcada por los insultos y las agresiones.

En la fila de la escuela Cícero Pena, frente a la icónica playa de Copacabana, Elias Chaim, un estudiante de ingeniería y productor musical explica que, aunque no le gusta ninguno de los dos candidatos, completamente opuestos en estilo y programa, votará por el izquierdista.

“El discurso de odio y de intolerancia representa un riesgo para nuestro país”, advierte.

En el colegio paulista en el que votó Haddad, militantes del PT esperaron al candidato con rosas blancas y rojas, paraguas arcoiris y cantando canciones tradicionales de la izquierda, alternadas con gritos de “Brasil, urgente, Haddad presidente”.

Renata Arruda, una trabajadora de telemarketing de 41 años, rompe a llorar al reconocer que el exalcalde de Sao Paulo lo tiene muy difícil para ganar, pese a la remontada de los últimos días en los sondeos, que le dan entre 44% o 45% de los votos.

“Nunca viví una elección tan polarizada. Creo que es porque Bolsonaro es una persona muy agresiva, muy loca. Mi padre y mi madre vivieron la dictadura, y tengo miedo de que vuelva eso“, lamenta entre lágrimas.

Alzando al aire una rosa roja, Anna Chiesa, una profesora universitaria de 59 años, sostiene que, en la votación de este domingo, “la democracia está en riesgo”.

“Tenemos que hacer todos los esfuerzos para escoger a Haddad y no hacer simplemente un gobierno del PT, sino una coalición (de partidos) del frente democrático”, afirma.