El devastador incendio del Museo Nacional de Rio de Janeiro causó desazón por la pérdida de un patrimonio invaluable e indignación contra los recortes presupuestarios en Brasil.

Miles de personas se congregaron al anochecer del lunes en la plaza Cinelandia, del centro de la ciudad, mientras el gobierno prometía recursos para construir un nuevo museo.

“No sirve sólo llorar. Es necesario que el gobierno federal, que dispone de recursos, ayude al Museo a reconstruir su historia”, afirmó ante el devastado edificio el director de la bicentenaria institución, Alexandre Keller.

Hacia el mediodía, algunos manifestantes protagonizaron forcejeos con la policía y arrojaron piedras, para abrirse paso hasta el jardín que da acceso al edificio, formando a su alrededor una cadena humana como símbolo de un abrazo a lo que fuera una joya de Brasil.

La tristeza y el enojo se hacían sentir también en las redes sociales.

“Esta tragedia sólo confirma que la desatención y la corrupción consiguen destruir cosas que ni el tiempo conseguía destruir”, escribió en Twitter el usuario @yhochi_.

El gobierno del conservador Michel Temer congeló los gastos públicos y redujo presupuestos en todas las áreas, para paliar los déficits presupuestarios dejados por dos años de recesión económica, con un débil despegue en 2017.

El malestar social se incrementó con los escándalos de corrupción que involucran a altos dirigentes de casi todos los partidos políticos.

Inaugurado en 1818, el Museo Nacional era el mayor museo de historia natural y antropológico de América del Sur, con más de 20 millones de piezas y una biblioteca de más de 530.000 títulos.

Momias chilenas

El museo contaba con una colección egipcia y otra de arte y artefactos grecorromanos, así como colecciones de paleontología que incluyen el esqueleto de un dinosaurio hallado en la región de Minas Gerais y el más antiguo fósil humano hallado en el actual Brasil, bautizado “Luzia”.

Entre estos impresionantes artículos históricos había una momia atacameña de más de 4000 años de antigüedad, la que se había conservado en buenas condiciones de forma natural.

museunacional.ufrj.br
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Esta pertenecía a una tumba en Chiu-Chiu en el desierto de Atacama, en norte de Chile. En este caso especifico se trataba de un hombre de mediana edad sentado con la cabeza apoyada en las rodillas y cubierto por una capa de lana.

En la antigüedad, los hombres eran sepultados en esta postura junto a sus pertenencias, y su capa coincidía con la que se llevaban en ese periodo debido a las bajas temperaturas de la zona.

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Otras de las piezas que se presume que fue consumida por el fuego, es la momia aymara de un hombre de 30 o 40 años de edad. El cuerpo se encontraba dentro de un cesto sentado con las rodillas junto al mentón y atado. Sólo su cabeza y la punta de los pies quedaba al descubierto.

También una tercera momia habría desaparecido. Era la de un niño donada al museo por el Gobierno de Chile para ilustrar las técnicas de momificación artificial de los pueblos precolombinos. Aunque de ella no se tienen fotografías.

Sin detectores de humo ni seguro de incendio

La institución, vinculada a la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), había sufrido recortes en la financiación, que le obligaron a cerrar al público varios de sus espacios y terminaron por desatender su mantenimiento.

El museo tenía pendiente recibir un patrocinio por 21,7 millones de reales (5,3 millones de dólares), firmado en junio por el banco de fomento brasileño (BNDES).

La vicedirectora del museo, Cristiana Serejo, explicó que detrás de esta tragedia están “la falta de dinero y una burocracia muy grande”. Aseguró, además, que los detectores de humo no estaban funcionando y que el museo no tenía seguro de incendio.

En la protesta en el centro de Rio, los lamentos se mezclaban con la cólera. “El museo tenía muchas piezas importantes (…). Ahora también tendremos la memoria borrada”, dijo Natacha, una estudiante de museología.

Caio, alumno de antropología en el Museo Nacional, también manifestó su enojo: “Fue un incendio causado por años de falta de atención del gobierno. Nuestro programa de antropología sufrió recortes absurdos en los últimos dos años”.

“Esta tragedia sólo confirma que la desatención y la corrupción consiguen destruir cosas que ni el tiempo conseguía destruir”
- @yhochi_., usuaria de Twitter

El gobierno de Temer trató de salir al paso de las críticas, anunciando por la mañana la creación de una “red de apoyo económico” con grandes empresas públicas y privadas para facilitar la reconstrucción del museo, aunque sin detallar los recursos que se prevé destinar.

El ministerio de Educación anunció también una inversión inicial de 10 millones de reales (2,4 millones de dólares) para comenzar las obras.

En tanto, la Unesco lamentó “la mayor tragedia para la cultura brasileña en los últimos tiempos”, y denunció que el incendio “expone la fragilidad de los mecanismos nacionales de preservación de sus bienes culturales”.

El museo tenía una particular reputación por la riqueza de su departamento de paleontología, con más de 26.000 fósiles, entre ellos un esqueleto de dinosaurio descubierto en Minais Gerais (centro) y numerosos especímenes de otras especies extinguidas (perezosos gigantes y tigres dientes de sable).

La vicedirectora del museo estimó que solo el 10% del acervo del museo se salvó. “Algunas cerámicas, el meteorito (el mayor encontrado en Brasil), algunas piedras”, lamentó.

Fachada chamuscada

El siniestro en el museo se declaró el domingo a las 19:30 horas de Chile por causas por el momento desconocidas, cuando ya había cerrado las puertas al público.

Las llamas se extendieron rápidamente por sus tres plantas, que contenían materiales altamente inflamables. Una veintena de cuarteles de bomberos movilizados tardó seis horas en controlar el incendio.

Mauro Pimentel | Agence France-Presse
Mauro Pimentel | Agence France-Presse

Visiblemente chamuscada, la fachada del imponente edificio resistió a las llamas, pero poco quedó en el interior. Los hierros retorcidos y los escombros se acumulan en la planta baja, el techo desapareció y una de las alas del segundo y del tercer piso se derrumbó. El olor a quemado inunda el lugar.

Pese a los irreparables daños, la alcaldía descartó un riesgo inminente de “colapso estructural” de la fachada.