El presidente Nicolás Maduro admitió el fracaso del modelo de producción aplicado por su gobierno en Venezuela, que enfrenta hiperinflación y cuatro años de recesión.

“Los modelos productivos que hasta ahora hemos ensayado han fracasado y la responsabilidad es nuestra, es mía, es tuya”, expresó Maduro en un congreso del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) la noche del lunes.

“Basta de lloriqueos (…), nos toca producir con agresión o sin agresión, con bloqueos y sin bloqueos, hacer de Venezuela una potencia económica (…) Cero lloriqueo, yo lo que quiero es soluciones compañeros”, advirtió.

El gobierno socialista estatizó sectores como el del cemento y acero, expropió cientos de empresas -entre ellas cadenas de supermercados- y, recientemente, militarizó mercados municipales en una cruzada contra los altos precios.

Asimismo, fija los precios de varios rubros y monopoliza las divisas mediante un control de cambios.

“Calculo unos dos años para lograr un alto nivel de estabilidad y podamos ver los primeros síntomas de la prosperidad nueva, económica, sin abandonar un segundo la protección y seguridad social”, sostuvo.

El mandatario recalcó, además, que sus planes para la recuperación económica incluyen “llegar a seis millones de barriles diarios en el 2025 o antes”, en medio de una producción petrolera que se desplomó de 3,2 millones de barriles diarios en el 2008 a 1,5 millones en 2018.

El Fondo Monetario Internacional estimó que este año la inflación de Venezuela será de casi 1.000.000% y que el Producto Interno Bruto caerá 18%, tras haberse desplomado 14% el año pasado y 16,5% en 2016.

Maduro, que suele achacar la crisis a una “guerra económica” promovida por Estados Unidos para derrocarlo, llamó a la militancia del partido a sumarse a la recuperación de la producción, pese a las “agresiones”.

Washington ha impuesto sanciones financieras contra Maduro, varios funcionarios del gobierno y la petrolera estatal PDVSA, que aporta 96% de los ingresos del país por la exportación de crudo.

Las consecuencias de los controles se reflejan, por ejemplo, en el sector agrícola que apenas abastece 25% del consumo nacional, tras aportar 75% en el pasado, según estimaciones de la Federación Nacional de Agricultores.

La industria, por su parte, funciona a un 30% de su capacidad, según la privada Conindustria.