El exministro de Hacienda Henrique Meirelles, que reivindica la salida de Brasil de la recesión gracias a sus programas de ajuste, recibió el martes un espaldarazo del presidente Michel Temer para cumplir con su ambición de sucederlo en las inciertas elecciones de octubre próximo.

“Te llamamos para ser presidente de Brasil”, proclamó Temer durante un evento del Movimiento Democrático Brasileño (MDB, centroderecha) en Brasilia, desistiendo así su propia eventual candidatura.

“Precisamos cuatro años más para construir un nuevo Brasil, que de hecho tenga espacio para el sueño de todos los brasileños”, afirmó Meirelles. “Brasil se cansó de políticas populistas”, añadió.

Meirelles, de 72 años, contaba con apenas 1% de intenciones de voto en la encuesta Datafolha de enero pasado, pero aseguró que “estudios cualitativos” lo convencieron del “potencial enorme” de su candidatura.

“Muchas personas nunca habían escuchado mi nombre, pero después de conocer mi historial, de tener acceso a todas las informaciones, hubo un aumento impresionante de la intención de voto”, afirmó quien fuera presidente del Banco Central (BCB) bajo el presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) y ministro de Hacienda desde 2016, cuando Temer asumió el poder, hasta el mes pasado, cuando salió del gobierno para presentarse a un cargo electivo en octubre.

Su candidatura debe aún ser ratificada en la convención nacional del MDB, prevista para fines de julio o principios de agosto.

Oficializando a Meirelles, Temer desistió de su propia candidatura, después de varios meses en los que había dejado la puerta abierta a la posibilidad de medirse en las urnas, pese a su impopularidad récord.

Meirelles es casado desde 2000 con una psiquiatra brasileña -a quien conoció en Estados Unidos- y no tiene hijos.

Inciertas elecciones

Las elecciones de octubre se presentan como las más inciertas desde el retorno de la democracia en 1985, en un país con un alto grado de polarización desde la destitución en 2016 por el Congreso de la mandataria de izquierda Dilma Rousseff, acusada de manipular las cuentas públicas.

Para la primera vuelta, prevista para el 7 de octubre, el favorito en las encuestas es Lula, que purga desde el mes pasado una pena a doce años de cárcel por corrupción y cuya candidatura debería ser invalidada por la justicia electoral, pero que sigue teniendo cerca de un tercio de intenciones de voto.

Le sigue el excapitán Jair Bolsonaro, un defensor de la dictadura militar (1964-85), con casi un 20%.

La principal bandera de Meirelles es la continuidad de las reformas de Estado y el ajuste fiscal impulsado por el gobierno, con los que afirma haber sacado a Brasil de la peor recesión de su historia.

Disputará ese espacio con el exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, del partido PSDB del expresidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002).

El MDB presentó el martes el documento “Encuentro con el futuro”, con sus principales líneas programáticas: continuar las reformas, estimular la participación del sector privado, reducir la intervención del Estado en la economía y mejorar los sistemas de seguridad, salud y educación.

Un banquero en la política

Meirelles, un ingeniero civil oriundo Anápolis (Goiás, centro-oeste), ingresó al BankBoston brasileño en 1974 y casi dos décadas después se convirtió en su presidente mundial.

En 2002 volvió a escena en Brasil y fue electo diputado, el más votado de su estado, pero de inmediato dejó su escaño para presidir el BCB.

Tras dejar el cargo en 2010, fue consultor durante algunos años del grupo J&F, cuyos dueños, los hermanos Joesley y Wesley Batista, se vieron el año pasado implicados en un escándalo de corrupción e influencia en la política que salpicó al propio Temer.

Como ministro de Hacienda, estableció un techo para el gasto público durante las próximas dos décadas, flexibilizó las normas laborales, estimuló las privatizaciones y prometió una gran reforma en el sistema jubilatorio como frutilla de la torta para acabar con el déficit público. Pero esa medida quedó sin cumplir, debido a las resistencias que generó en su propio campo.

La economía de Brasil volvió a crecer en 2017, un 1%, después de haberse contraído 3,5% tanto en 2015 como en 2016. Y el desempleo refluyó en 2017, aunque con un fuerte incremento del trabajo informal. Pero en los últimos tres meses volvió a subir, afectando actualmente a 13,1% de la población activa (13,7 millones de desempleados).