Un grupo de presos secuestró este martes a tres guardias en una cárcel del mexicano estado de Nuevo León, desatando incendios y un motín entre 250 reclusos que obligó a las autoridades a utilizar la “fuerza letal”, en un violento enfrentamiento que dejó trece muertos y 26 lesionados.

Los disturbios comenzaron por la madrugada en el penal de Cadereyta, y aunque habían sido controlados, resurgieron más tarde en la mañana cuando un grupo de internos incendió objetos que provocaron dos columnas de humo negro, visibles desde varios kilómetros a la redonda.

En esos incendios murió un primer preso.

“Fue muerto y después incinerado”, aseguró Aldo Fasci, vocero de Seguridad de Nuevo León, en una rueda de prensa en la que explicó que las autoridades batallaron para hallar el cuerpo, pues no había claridad en los videos de seguridad.

En la trifulca, y para protestar contra los directivos del penal, un grupo de reos secuestró a tres custodios, y tras un estéril diálogo con las autoridades para llegar a un acuerdo, ingresaron tropas de la Fuerza Civil, explicó el funcionario.

Abriéndose paso entre accesos bloqueados por cajas incendiadas, los uniformados acorralaron a los presos, quienes “apedrearon y agredieron con fierros y puntas. Le perforaron un pulmón a un policía”, describió.

“No fue suficiente el uso de la fuerza no letal, participaron cerca de 250 internos en esta segunda etapa” del motín, subrayó Fasci.

En la tarde, “se tuvo que hacer uso de la fuerza letal para impedir que asesinaran a los custodios y a otros internos y el saldo hasta este momento es de 13 personas fallecidas”, todos reclusos, añadió, al subrayar que “el uso de la fuerza letal (…) está justificado por el artículo 17 del Código Penal”.

En estos hechos quedaron lesionadas 26 personas, entre ellas dos policías y tres custodios de Cadereyta -ubicado en la periferia de la industrial Monterrey, la tercera ciudad más importante de México-, donde en marzo pasado un motín dejó como saldo cuatro reos muertos.

Un viejo problema

Las autoridades siguen investigando el caso y esperan los resultados de las autopsias, mientras los familiares de los presos, en medio de la noche, aguardaban fuera del penal esperando información sobre sus allegados.

Más temprano, una fuente de la Agencia Estatal de Investigaciones dijo a la AFP bajo el anonimato que al menos una de las personas fallecidas fue víctima de heridas de arma punzo-cortante.

Los penales mexicanos, principalmente los que están bajo control de gobiernos estatales, son escenario frecuente de motines, asesinatos o fugas, y la mayoría presentan serios problemas de hacinamiento y corrupción.

Así, para mantener el orden en estos lugares donde cada vez hay más miembros del crimen organizado, muchas autoridades se apoyan en algunos presos, generando condiciones de autogobierno.

En 2016, una brutal pelea entre detenidos de bandas rivales dejó 49 muertos en la cárcel de Topo Chico, también en Nuevo León.

En lo que va del año se han registrado numerosos incidentes. Entre ellos, la fuga en marzo de 29 reos de un penal en Tamaulipas (noreste) y el motín en la cárcel del turístico puerto de Acapulco, que dejó en julio 28 reos muertos.

El descontrol de las prisiones quedó en evidencia con las dos fugas de prisiones de máxima seguridad del narcotraficante -ahora encarcelado en Estados Unidos- Joaquín “El Chapo” Guzmán, en 2001 y 2015.