El gobierno de Raúl Castro apoyó la decisión de Estados Unidos de suprimir los privilegios a los emigrantes clandestinos de la isla, pero entre los cubanos la medida suscitó reacciones encontradas: aplausos resueltos y esperanzas truncadas.

“Esto es muy malo para los cubanos, porque esto era una salida bien buena para nosotros”, declaró a la AFP Tatiana Rodríguez, una peluquera de 32 años a la que sorprendió la noticia cuando paseaba con sus dos hijos por el Malecón de La Habana.

Estados Unidos eliminó su política de “pies secos, pies mojados” para los inmigrantes irregulares cubanos y “parole” para los médicos en terceros países, en un nuevo acuerdo migratorio con La Habana.

Es “un importante paso de avance en las relaciones bilaterales”, dijo un comunicado oficial cubano difundido por los medios locales, aunque señaló el escollo que sobrevive con la Ley de Ajuste de 1966, que concede residencia y facilidades laborales a los cubanos que llegan legal o ilegalmente a Estados Unidos.

Esta es una ventaja de la que no gozan los inmigrantes de ningún otro país.

Rodríguez señala al mar y cuenta que alguna vez tuvo la intención de lanzarse en una balsa y beneficiarse de esta política. Pero “tuve miedo” por las historias de los miles muertos ahogados o devorados por tiburones en el estrecho de Florida, que separa los dos países.

Ahora, “al él (Obama) renunciar a eso, estamos embarcados (sin posibilidades)”, lamentó. “Esto es malísimo, es súper malo”, dijo con resignación.

“Lo mejor que ha pensado Obama”

Cuando la televisión cubana transmitió el anuncio este jueves muchos cubanos regresaban de sus centros de trabajo o paseaban, pero la noticia se esparció como la pólvora.

“Estoy medio sorprendido por el hecho de que muchas personas a través de esta vía podrían encontrarse con su familiares en Estados Unidos”, dijo el estudiantes de francés Alexander Aranda, de 30 años.

En cambio, el taxista Juan González, de 46 años, elogió la medida.

“Eso es lo mejor que ha pensado Obama, haber quitado la política de pies secos, pies mojados, al final (…) se hace una tregua entre nuestro país y Estados Unidos, a ver si las cosas van mejorando”, explicó.

Desde que comenzó el deshielo bilateral, en diciembre de 2014 -Cuba y Estados Unidos reanudaron sus nexos diplomáticos en 2015-, pequeñas pero continuas oleadas de cubanos partieron rumbo a Estados Unidos por mar y terceros países.

Según un reporte de Pew Hispanic Center, de julio de 2016, en los primeros 10 meses del año fiscal 2016, 46.635 cubanos ingresaron en Estados Unidos, superando el total de 43.159 de todo el año fiscal 2015.

Esa cifra supera los 36.700 que emigraron en precarias embarcaciones, las balsas, en 1994 en la llamada “crisis de los balseros”, el segundo gran éxodo cubano hacia Estados Unidos, tras el del Mariel, en 1980, que involucró a 125.000 personas.

La trabajadora privada Nilka Ocampo, de 26 años, era una de los pocos cubanos que conocía la noticia. En una de las zonas wifi junto al Malecón, “chateaba” con amigos que viven en Miami.

“Ya lo sé todo. De cierta forma es bueno, porque ya no corren el riesgo de morirse tantos cubanos ahogados, que son posiblemente más los que se mueren que los que llegan”, indicó Ocampo.

Pero también “es mala (…), porque el cubano emigra buscando un futuro mejor (…), por necesidad”, apuntó.

Algunos cubanos se mostraban esperanzados en que la medida anunciada este jueves pueda ser derogada por el presidente electo estadounidense, Donald Trump, después de que asuma el poder, el 20 de enero.

“Vamos a ver lo que hace Trump”, dijo José Perdomo, un jubilado de 72 años que compraba pan en un establecimiento.

Las autoridades cubanas fueron cautelosas.

“En relación a cómo esto puede ser interpretado, continuado, aceptado o asimilado por el gobierno que va a asumir próximamente (…) creo que hay que preguntarle a ese gobierno”, dijo en una rueda de prensa Josefina Vidal, directora de Estados Unidos de la Cancillería cubana.