El ejército de Etiopía anunció haber matado a cuatro responsables del Frente de Liberación de los Pueblos de Tigré (TPLF), la región disidente del norte del país, donde el Ejecutivo central envió tropas en noviembre, informó este viernes la radiotelevisión Fana BC, afín al gobierno.

Los soldados etíopes también capturaron a otros 10 miembros de ese partido, que dirigía la región de Tigré antes de ser derrocado por Adís Abeba, afirmó el general Tesfye Ayalew el jueves por la noche.

Un portavoz del TPLF, Sekoture Getachew, y el exjefe de la oficina financiera del partido, Daniel Assefa, murieron en el marco de esa operación, precisó el militar. El exdirector de la Autoridad etíope de los medios de comunicación (EBA), Zeray Asgedom, también murió.

Entre los responsables arrestados se encuentra uno de los miembros fundadores del TPLF, Sebhat Nega, que tiene más de 80 años. Nega se había retirado de la vida política pero seguía siendo alguien influyente en el partido.

El jefe del TPLF, Debretsion Gebremichael, y los principales dirigentes de la formación siguen huidos desde finales de noviembre, cuando cayó la capital regional de Tigré, Mekele. A mediados de diciembre, el ejército etíope anunció una recompensa de unos 200.000 euros por cualquier información útil para encontrar a los líderes fugados.

El primer ministro etíope, Abiy Ahmed, lanzó esta operación militar contra Tigré el 4 de noviembre, tras varios meses de tensiones entre el gobierno central y el TPLF.

Esa formación estuvo al frente del país durante casi 30 años, pero fue progresivamente marginada por Abiy desde que éste llegó al poder en 2018.

Tras su ofensiva, Abiy, galardonado con el premio Nobel de la Paz en 2019, instauró un nuevo gobierno en Tigré y a finales de noviembre declaró que su ofensiva había terminado oficialmente.

Desde entonces, se ha restringido fuertemente el acceso a la región a Naciones Unidas, organizaciones humanitarias y periodistas.

De momento, no se ha divulgado ningún balance preciso del conflicto, pero la intervención forzó a más de 50.000 personas a refugiarse en el vecino Sudán, y más de 63.000 habitantes de Tigré tuvieron que trasladarse a otras zonas de la región, según la ONU.