‘Rey de Nápoles’ o simplemente Maradona. El ‘10’, que es ídolo absoluto en ‘la parte menos italiana de Italia’, puede decir que influyó directamente en una división de la sociedad en la bota itálica en 1990.

El fanatismo extremo de los hinchas del Nápoles por Maradona se reflejó de excelente manera en la semifinal del mundial de Italia de 1990, cuando se enfrentaba la Argentina de Maradona, ante el hasta ese entonces, imbatible equipo local.

El escenario: el estadio San Paolo, donde Maradona ya era amo y señor por cómo había cambiado la historia del club homónimo de la ciudad. Mucho se habla del resultado de ese partido, pero poco se habla de lo que provocó el crack argentino en la sociedad italiana durante todo ese mundial de fútbol.

Es conocida la histórica rivalidad que existe entre las ciudades del norte de Italia con las del sur, específicamente Nápoles. Los insultos y diferencias entre los napolitanos con el resto de Italia son evidente, y en el fútbol han encontrado la forma perfecta de reflejar esa rivalidad.

De hecho, había partidos en los que Nápoles jugaba en el norte, los recibían con un clásico lienzo: “Bienvenidos a Italia”. Gracias a la llegada de Maradona, los napolitanos vieron como aplastaban a los equipos grandes del norte como la Juventus, el Inter o el Milan.

En la previa del mundial, Maradona hizo un llamado público en Nápoles para que los ciudadanos del sur de Italia apoyaran a Argentina y no a Italia, que los “discriminaba”. La preocupación de los altos mandos en Italia fue tal, que le entonces presidente de la Federación Italiana de Fútbol, debió hacer una intervención en televisión para que los napolitanos no le hicieran caso al jugador argentino.

A lo que Diego Maradona respondió: “Durante trescientos sesenta y cuatro días del año el resto del país los considera a ustedes como extranjeros, dentro de su propio país. Hoy ustedes deben hacer lo que ellos quieren y deben apoyar al equipo italiano. De otra parte, yo soy un napolitano durante trescientos sesenta y cinco días del año”, tal como consigna el libro “¿Cómo se robaron la Copa?” de David Yallop.

Antes del crucial encuentro entre italianos y argentinos se vivía un clima extraño en Nápoles. El responsable: Maradona. Durante el partido, era evidente la simpatía de los espectadores, en su mayoría napolitanos, por Argentina. Sí, le habían hecho caso al ‘10’.

“No he tenido la sensación de contar con un apoyo absoluto”, iba a reconocer después del encuentro el entonces técnico italiano Azeglio Vicini. El histórico capitán de la ‘azurra’, Giuseppe Bergomi, se iba a sumar a esa sensación, haciendo un paralelo con las sedes: “Roma era toda para nosotros. Hoy no ha sido así”, según consigna el medio español El diario.

Finalmente los argentinos iban a vencer a los italianos por penales, e iban a jugar la final contra Alemania, en Roma. Totalmente contrario al ambiente vivido en Nápoles, el Olímpico de Roma no iba a dejar tranquilos a los argentinos, con una silbatina constante y abucheando cada acción de la ‘albiceleste’.

En el momento de entonar los himnos nacionales, cuando el argentino casi ni se escuchó por la silbatina del público, Maradona esperó a que la cámara lo enfocara para insultar a los asistentes a la finalísima del Mundial.