Julius Hirsch nació en el seno de una familia judía y desde temprana edad demostró una gran pasión por el fútbol. Es por eso que sus padres decidieron inscribirlo en la cantera de uno de los equipos más grandes de Alemania de comienzos de siglo: el Karlsruher.

A los 17 años, el entrenador del primer equipo vio talento en él y decidió convocarlo a un partido. A esa edad Julius ya era considerado el mejor jugador joven del sur de Alemania, por lo que su llamado al profesionalismo era solo cosa de tiempo.

Nuestro protagonista se hizo rápidamente de la titularidad y no volvió a salir de ahí. Con el jugador en sus filas, el Karlsruher vivió sus mayores éxitos.

El equipo venció al Phönix en la final del campeonato del sur de Alemania y se coronó campeón tras años de sequía.

Sin embargo, el equipo quería llegar más lejos, y ansiaban con conquistar el campeonato nacional por primera vez en su historia.

Tenían jugadores para lograr la hazaña, y con la ayuda del joven Hirsch lograron lo imposible. Vencieron en la final al Kiel con un agónico 1-0 en el tiempo de adición y se coronaron así campeones de la máxima competición del fútbol alemán.

Debido a su talento, Julius llamó rápidamente la atención del técnico de la selección alemana, quien decidió llamarlo. Así formó el mítico ‘trío tormenta’, un tridente formado por Hirsch, Fochs y Fürderer.

Con Alemania nuestro protagonista jugó los Juegos Olímpicos de Estocolmo y a su vuelta estuvo dos años más en el equipo de su vida, Karlsruher.

Estaba en el mejor momento de su carrera, sin embargo, la Primera Guerra Mundial estalló y sus sueños se fueron a la basura.

El país se paralizó y Hirsch debió pelear por Alemania durante cuatro años. Recibió un par de condecoraciones y tras el término de la guerra intentó volver al mundo del fútbol.

Las cosas no fueron sencillas. Alemania no era la de antes y debió alternar entre el Karlsruher y su negocio familiar para poder sustentarse económicamente.

A los 30 años estaba cansado y decidió retirarse de la actividad y enfocarse en los negocios, con el sueño además de convertirse en entrenador de fútbol.

Los nazis

La llegada de los nazis al poder en Alemania a comienzos de los años 30 supuso un verdadero mazazo para la vida de nuestro protagonista.

Los judíos comenzaron a ser perseguidos y Julios no se lo tomó nada de bien.

El mundo del fútbol se vio duramente golpeado debido a esta medida. Por ejemplo, futbolistas y técnicos fueron despedidos y ante este escenario Hirsch decidió alzar la voz enviando una potente y famosa carta a a su antiguo club.

“He leído en el Sportbericht de Stuttgart que los judíos deben ser despedidos de los clubes, entre ellos el KFV Karlsruher. El amor que le tenía a este equipo al que he pertenecido desde 1902 ha desaparecido radicalmente. Quería que me quedara claro el daño que nos está haciendo la nación alemana a un conjunto de personas decentes que hemos demostrado nuestro cariño a este país, incluso dando nuestra sangre por él”.

Aquellas palabras fueron un arma de doble filo para nuestro protagonista, quien debió huir por años de los nazis. Pero en 1943 fue interceptado y apresado por la Gestapo.

Su pasado como estrella de fútbol no le sirvió de nada y el 1 de marzo fue introducido en un tren camino a Polonia. Su destino final era el campo de concentración de Auschwitz. Nadie volvió a saber nada de él.

Años después su nombre apareció en la larga lista de personas que fueron exterminadas en ese campo de concentración.

En los años 80, en Alemania se creó el premio Julius Hirsch que reconoce a aquel que durante el último año se haya distinguido en el mundo del fútbol contra el racismo y la xenofobia.

Fue una forma de recordar a uno de los tantos que cayeron víctimas de la mayor barbarie en la historia de la humanidad.