Dolores Hart, una joven actriz que nació en 1938 en el seno de una familia de artistas en Chicago, soñaba con seguir la senda familiar y convertirse en actriz. Algo que logró cuando se trasladó a Beverly Hills para triunfar en Hollywood.

Hart lo consiguió rápidamente con una carrera que hasta las actrices del momento envidiarían, alcanzando lo que todos anhelaban en solo un par de años.

Se transformó en la mujer que todas envidiaban debido a su conexión con la estrella del momento, Elvis Presley.

Sin embargo, todo cambió de un momento a otro cuando decidió seguir su vocación, una que no iba directo a las cámaras y las luces, sino que un camino más divino y cambiando radicalmente su vida para unirse a un convento como monja.

Un beso con Elvis

Cuando Dolores Hart consiguió su primer papel en una producción, dedicada a Juana de Arco, tuvo la oportunidad de tener un contacto que le permitió llegar al productor Hal Wallis para realizar una audición con Paramount, uno de los grandes estudios cinematográficos de los años 50, consignó El Mundo.

Esa audición le valió realizar su primera gran película: el largometraje “Loving You”, que se estrenó en 1957, donde tuvo como coprotagonista al hombre que revolucionaba las hormonas de las mujeres de la época, Elvis Presley.

“Realmente no lo conocía ni tampoco sabía que era famoso. Lo vi como un muchacho dulce y simple con las patillas más largas que había visto”, mencionaba respecto de su primera impresión del cantante en el documental God is the bigger Elvis, que narra su vida.

El éxito del cantante norteamericano se reflejó en la taquilla de la película, donde Elvis por primera vez besaba a una mujer en pantalla, un beso que hasta ese momento era el más largo de la historia del cine.

Si bien duró 15 segundos costó una eternidad grabarlo ya que ambos se sonrojaban cada vez que sus labios se rozaban, enojando al director, según recoge Infobae.

Fue así como Dolores se transformó en la mujer más envidiada de Hollywood y Estados Unidos: el “Rey” del rock le había dado su primer beso televisivo, que se conoce como el más largo del cine, aunque no por su duración en pantalla, sino que por lo que demoraron en grabarlo.

Pero no solo fue eso, puesto que el popular cantante también la invitó a salir. No obstante, ella declinó la invitación ya que afirmaba no mezclar placer con trabajo.

Pese a lo anterior, su trabajo la convirtió en la dupla perfecta del cantante. Juntos grabaron el film King Creole en 1958.

Luego, la actriz se embarcó en otros proyectos en los que actuó con otros grandes de la industria cinematográfica como Marlon Brando, Montgomery Clift y Warren Beatty, entre otros.

Incluso dejó la costa oeste de Estados Unidos para dirigirse a Nueva York y probar suerte en Broadway, donde estuvo 9 meses en cartelera con The Pleasure of His Company.

Sin embargo, un día todo cambió y el mundo de las luces se apagó para Dolores Hart.

El llamado del señor, no de Hollywood

Su carrera estaba en la cima y se transformó en una de las actrices más cotizadas de la época.

Su éxito era tal que la relación laboral que tenía con MGM, el estudio con quien tuvo su primer contrato, peligraba.

Esto, ya que que Warren Beatty, quien ejercía como ejecutivo de 20th Century Fox, le coqueteaba con un contrato de un millón de dólares, consignó Yahoo!.

Al mismo tiempo, Hart estaba comprometida con el arquitecto Don Robbinson, un hombre del que estuvo enamorada y con el que incluso pensó en casarse.

“Tuve una experiencia maravillosa con él. Por lo que le dije ‘sí, intentemos (lo de comprometernos)’. Pero algunos días después íbamos en el auto, cuando él detuvo el motor y dijo ‘algo no está bien, ¿me amas?’. A lo que yo respondí: ‘por supuesto que te amo’. Pero preguntó de nuevo y tuve que decir ‘lo que está en ti, no está en mí”, señaló en conversación con la revista Elvis Australia.

Fue en ese momento cuando Hart tomó rumbo a Connecticut para cambiar su vida para siempre.

La actriz había estado en el convento Regina Laudis luego de su temporada en Broadway, descansando de la ajetreada carrera que llevaba.

Y aunque no era su primera opción para pasar tiempo libre, descubrió que en este lugar estaba la paz que necesitaba, lo que le permitió encontrarse consigo misma.

Precisamente fue este el lugar al que volvió luego de dejar a Robbinson, su carrera y su vida: iba a ser monja con solo 24 años.

Según comentó en el documental que narra su vida, esta fue una época aterradora: canceló su boda (con vestido e invitaciones listos), su última película Come fly with me cancelaba su periodo de promoción al perder a su estrella y su vida daba un giro inesperado para todos.

“No estoy dejando a nadie o nada detrás mío. Me estoy llevando conmigo un corazón lleno e inmenso”, señaló en un comunicado. Esto, mientras en su entorno nadie quería que se fuera a un claustro para ser una hermana más.

Si bien la actriz siempre fue cercana a la Iglesia Católica, el “llamado” lo sintió cuando conoció al Papa Juan XXIII tras el estreno de la película San Francisco de Asis.

Allí interpretó a una joven que dejó todas sus pertenencias por unirse a la orden franciscana.

En la ocasión, el Papa la vio y le dijo “tú eres Clara” en alusión a su personaje, un saludo que hizo que ella se sintiera más cercana a Dios.

Su vida como religiosa

La increíble vida de Dolores Hart fue retratada en el documental “God is the bigger Elvis”, estrenado en 2012 y nominado a los premios Oscar en la categoría Mejor Corto Documental.

La producción exploró su vida como la estrella de Hollywood que fue en su juventud, pero también su vida como religiosa dedicada a la orden benedictina, la que transcurre entre oraciones y trabajos en un huerto. Incluso llegó a ser la madre superiora de la Abadía de Regina Laudis.

God Is the Bigger Elvis (2012)

Dolores nunca volvió a Hollywood, salvo en una ocasión, cuando el documental que relató su vida fue nominado.

La ahora exactriz volvió a caminar por la alfombra roja, aunque esta vez no llevaba un ostentoso vestido de diseñador, sino que lucía su impecable habito.

El lugar, por cierto, no le fue ajeno, ya que pese a que es monja, todavía es una votante de la Academia.

“Nunca dejé Hollywood porque pensara que fuera un lugar de pecado, solo tenía otra vocación”, mencionó.

“Simplemente descubrí que trabajar en el cine me daba mucho menos felicidad que la que vivía en el convento”, añadió, mientras paseaba por la alfombra roja más exclusiva de la industria cinematográfica.

Hart es feliz como religiosa y siendo recordada aún como “la monja que besó a Elvis”, aunque nunca se despegó de su gran amor, Don Robbinson, quien la visitó constantemente hasta que falleció.