El 23 de enero de 1999, en una discreta boda, Carolina de Mónaco se casó con Ernesto de Hannover, el príncipe jefe de la Casa Real de Hannover en Alemania, quien sería el padre de su tercera hija, Alejandra.

22 años han pasado desde ese matrimonio y aunque la pareja sigue unida en el papel, la realidad es que hace 12 años Carolina se desligó de su escandaloso marido, que tantos bochornos la hizo pasar, y se separaron tan discretamente como fue su unión.

Para poca fortuna de la princesa de Mónaco, Ernesto no ha sentado cabeza y continúa protagonizando escándalos, el último, una condena a 10 meses de cárcel luego de un altercado que involucró alcohol, medicamentos, la policía y… un bate de béisbol.

Uno más de los tantos problemas -como títulos nobiliarios- ha causado el príncipe que a sus 67 años vive una vida de excesos, pero en caída libre y con el riesgo constante de ir a la cárcel, consignaba en marzo La Vanguardia.

El príncipe conocido como “el royal extremo” fue muchas veces el referente para indicar a lo que podría haber llegado el príncipe Harry en sus más “oscuros” días de fiesta, cuando se disfrazaba con el símbolo Nazi o se desnudaba en plena celebración, sin embargo, Ernesto, siempre encuentra una forma de sorprender y superarlos, a todos.

Su camino a Mónaco

Grace Kelly, la princesa de Mónaco fue la responsable de que Carolina y Ernesto se conocieran en los años 70, cuando la estrella de Hollywood veía en la pareja la unión perfecta, sin embargo, el amor no surgió y cada uno siguió su vida, aunque muchos años después se volvieron a juntar.

Por su parte, Carolina se casó primero en un breve matrimonio de 28 meses con Philippe Junto, para posteriormente unirse a Stefano Casiraghi, el padre de sus 3 hijos mayores, Andrea, Charlotte y Pierre, que falleció en 1990 a causa de un accidente mientras practicaba un deporte náutico.

Mientras que Ernesto luchó por contraer matrimonio con Chantal Hochuli, hija de un millonario arquitecto que hizo fortuna en la industria farmacéutica. Juntos, tuvieron dos hijos, Ernesto Augusto, el heredero y Christian.

Chantal fue una de las mejores amigas de Carolina y su paño de lágrimas cuando esta enviudó de Stefano. Sin embargo, tal como en una teleserie, la princesa de Mónaco terminó involucrándose con el marido de su amiga, aunque tuvo consecuencias, consigna Vanity Fair.

Pese a que Carolina y Chantal eran muy cercanas y la segunda negó en varias ocasiones que hubiera un romance entre su marido y su mejor amiga, finalmente terminó solicitando el divorcio luego de 16 años de matrimonio tras enterarse del engaño de su esposo por la prensa.

Imágenes de la pareja en viajes a Bangkok, Londres y Nueva York terminaron con el matrimonio del príncipe y Chantal, quien no dudó en acusar a su amiga de destruir su matrimonio, consignó El Mundo.

Luego de esto, Carolina y Ernesto vivieron la vida que querían juntos, con vacaciones y diversos eventos junto a la familia Grimaldi de Mónaco, hasta que en 1999 se casaron en un discreto matrimonio. Seis meses después llegó a su vida la princesa Alexandra, la menor de los hijos de la primogénita de Rainiero mientras que Ernesto ya estaba instalado en Mónaco con uno que otro escándalo.

Bochornos y más bochornos

Si alguien tuviera que mencionar los bochornos que vivió Carolina al lado de su actual marido (aún no se divorcian), probablemente uno de los más bullados fue el que ocurrió cuando asistieron al matrimonio de Leticia y Felipe, los actuales reyes de España.

Llevaban sólo unos años casados cuando la pareja asistió a la boda real de España y la noche anterior al evento que transcurrió en un lluvioso 22 de mayo, Ernesto de Hannover se escapó para pasar un rato en la discoteca “Gabana” de Madrid.

La situación pasó a mayores cuando no fue capaz de levantarse y dejó que Carolina asistiera sola a la ceremonia, enfundada en un perfecto Chanel, ante la mirada de todo el mundo que comentaba la vergüenza que le hacía vivir su marido, el que aún estaba con resaca producto de la la jonada de juerga del día anterior, de la que todos se enteraron.

Algo que no se supo de inmediato es que Ernesto sí asistió a la comida de la pareja, donde se disculpó con su prima, la Reina Sofía y madre del entonces príncipe Felipe (hoy Rey Felipe), para luego disculparse con los novios, informó El Español.

Sin embargo, este no fue el primer bochorno que vivió Carolina a su lado, puesto que en el año 2000 ya había levantado las alertas. Primero fueron las polémicas fotografías en las que se le veía orinando contra la pared del pabellón turco en la Expo de Hannover, lo que generó incluso un problema diplomático.

Luego, terminó en el hospital debido a una “indisposición” no precisada, pero que se dio después de una fiesta en el castillo de Celle, en Alemania, donde celebraban el Día Internacional de Mónaco en la Exposición Universal de Hannover, destacó DW.

Algo parecido le pasó en 2005, sólo dos días antes de la muerte de Rainiero de Mónaco, el príncipe habría entrado en coma debido a la extrema borrachera que vivió esos días. Según consigna el medio alemán, Ernesto, de 51 años en ese momento y con una pancreatitis aguda, entró al Hospital Princesa de Gracias para reanimación y salió del recinto hospitalario un día después de la muerte de su suegro.

Para ese entonces, ya era uno de los royal favoritos para los paparazzi que lo perseguían en busca de una nueva farra y un nuevo escándalo y aunque los años han pasado, Ernesto no ha cambiado su comportamiento, así como los excesos que lo han llevado al hospital más de una vez, como cuando en 2019 nuevamente tuvo que ser internado por la pancreatitis mortal que sufre.

En el matrimonio de su hijo Christián y Alessandra de Osma, realizado en Lima, según destaca Vanitatis, habría actuado de una manera inadecuada debido al exceso de alcohol, para luego terminar hospitalizado y mermando la relación con el único de sus hijos al que era cercano.

Un 2020 para recordar… y un bate de béisbol

Ya separado de hecho hace años de Carolina de Mónaco, el príncipe no cambia y eso se pudo ver con los eventos que ocurrieron el año pasado, cuando sacó a relucir toda la gama de escándalos que podía ocasionar.

Ya era conocido por los altercados que tenía cuando no estaba muy contento. El año 2000, cuando sólo llevaba unos meses casado con Carolina, le propinó una brutal golpiza al dueño de una discoteca de Lamu, una isla de Kenia. El motivo: el recinto alteraba la tranquilidad de sus vacaciones junto a su mujer.

Pero en el verano del hemisferio norte, en 2020, Ernesto de Hannover protagonizó diversos incidentes en un estado total de intoxicación, mientras estaba en la localidad de Almtal, en Austria, donde posee un lujoso pabellón de casa.

Según consigna El País, la fiscalía de Wels emitió el 30 de diciembre pasado un informe donde reveló las acusaciones contra el aristócrata, indicando que “se le acusa de intentar repetidamente impedir que los agentes de policía realicen diversos actos oficiales mediante el uso de la fuerza y haciendo amenazas peligrosas, y de herir también a algunos de ellos en el cuerpo”, recordando que “tras amenazar a sus empleados, el príncipe fue llevado a un hospital psiquiátrico donde pernoctó una noche. A causa del incidente las autoridades le retiraron sus armas de caza. Todo ello sucedió el 14 de julio”.

El informe continúa con el incidente que ocurrió más tarde cuando el 20 de julio, amenazó peligrosamente a un oficial de policía un un bate de béisbol. Según consignaba el mismo medio, el príncipe protagonizó la bochornosa escena en la comisaría de policía de Scharnstein, situada a unos 15 kilómetros de su hogar.

El medio español indicaba que “allí llegó el alemán en un taxi y con un bate de béisbol guardado en una bolsa. Su objetivo no era otro que atacar a los agentes que le habían detenido días antes y que según su versión le habían atacado y golpeado. No les encontró porque no estaban de servicio, pero los compañeros que se encontraban de retén en la entrada del recinto policial tuvieron que aguantar sus insultos y después relataron que claramente el noble alemán no se encontraba en plenas facultades mentales”.

Sin embargo, no fue lo único, posteriormente, en septiembre se le acusó de “dañar el cristal de la ventana del comedor del edificio residencial de la Fundación del duque de Cumberland y de intentar obligar a la pareja de empleados de allí, junto con su hija, a abandonar el edificio que ocupaban mediante amenazas peligrosas”. Según Ernesto, él sólo le solicitó a la pareja, que eran sus empleados, “acercarse sigilosamente” o les enviaría una “banda de matones”. La policía lo arrestó y sólo fue liberado con la prohibición de que no se acercara a sus empleados.

Pero no todo salió tan bien para el alemán, puesto que en marzo pasado fue condenado a una pena de cárcel de diez meses en régimen de libertad condicional por una juez del Tribunal Regional de Wels, por los cargos de resistencia a la autoridad, lesiones graves, amenazas y coacciones. Además, se le declaró como “persona non grata” en Austria, por lo que deberá buscar otra residencia que no sea el pabellón de casa donde ocurrieron la mayoría de los incidentes.

Esto, pese a que pidió disculpas indicando: “Acepto la responsabilidad, estoy muy arrepentido de lo ocurrido y estoy dispuesto a pagar los daños” para luego declararse inocente.

Y la familia, ¿Qué dice?

Una de las razones que argumentó Ernesto de Hannover para caer en esta seguidilla de eventos fue la relación actual que lleva con su familia y específicamente con el mayor de sus hijos, Ernesto Augusto de Hannover, a quien al principio acusó de ordenar a sus empleados a darle alcohol, considerando que sus reacciones lo llevarían a perpetrar estos escándalos.

Su abogado, Otto Dietrich, señaló al respecto que “se sintió abandonado. El hecho de haber estado aislado de su familia y haber sido abandonado tras su operación de cáncer le ha pasado una factura física y psicológica”.

Esto, porque el príncipe lleva una muy mala relación con su heredero, manteniendo una disputa luego de haberle entregado en vida parte de la herencia de la familia entre las que se encontraba el castillo de Marienburg, que Ernesto Augusto vendió por 1 euro simbólico, ya que no podía hacerse cargo de la mantención del castillo.

Ante esto, el padre lo demandó exigiendo que sean devueltas por “ingratitud grave” y exigiendo 5 millones de euros al primogénito, informó El País.

La disputa entre padre e hijo comenzó en 2017, cuando Ernesto se opuso a la boda de su hijo con la diseñadora rusa Ekaterina Malysheva, porque creía que suponía un divorcio inminente y que los bienes de la casa de Welf quedaran en manos de la mujer.

Esto llevó a que se ausentara de la boda y no reconociera a su primer nieto varón como heredero, además de no permitir que llevara el nombre “Ernesto de Hannover” como lo dice la tradición, por lo que se bautizó sólo como “Augusto de Hannover”, destacó Vanity Fair.

Esto ha sido la causa de por qué lleva 10 años separado de hecho con Carolina de Mónaco, puesto que la princesa es muy cercana a los hijos de su “ex” marido y accedió a no darle el divorcio con un sólo objetivo, que Ernesto no vuelva a casarse y tener otro heredero, a quien podría dejar el título y patrimonio familiar.

Es que si bien mantiene mejor relación con su hijo Christian, fruto de su primer matrimonio, no han vuelto a verse juntos desde la accidentada boda que tuvo lugar en Lima en 2018. Con Alexandra, la hija que tuvo con Carolina de Mónaco, no tienen una relación cercana, incluso esta se convirtió al catolicismo, tal como la familia Grimaldi.

A sus 67 años el príncipe no vive su mejor momento, consecuencia de una vida de excesos, escándalos, peleas y constantes pasos por centros hospitalarios, pero también de no haber estado presente para su familia, privilegiando la fiesta, lo que ahora lo dejó absolutamente solo.