Debido a las deudas que mantiene desde 2017, con pasivos cercanos a los 200 millones de pesos, el instituto de inglés Sam Marsalli acudió a la justicia para pedir su liquidación voluntaria.

¿La razón? la modernidad y los avances que trajo aparejados consigo la tecnología hicieron mella en el fuerte de la empresa: las clases presenciales.

Al no contar con la misma matrícula de antaño, en base al creciente número de estudiantes que prefiere una opción en línea, los ingresos no lograron superar a las salidas.

A lo anterior se suma el hecho que su competencia creció también en otro aspecto: la mayor oferta de profesionales dispuestos a hacer clases particulares, consignó La Tercera.

Pero lo peor ocurrió este 2018. La facturación continuó bajando, su matricula siguió mermando y aunque con un plan de reestructuración intentaron reducir costos, no concretaron tal objetivo.

Entre enero y octubre, ambas se redujeron en un 58% en comparación al mismo periodo de 2017, por lo que la situación terminó en tribunales y con el proceso a cargo del Estudio Castañeda Abogados.

Según detallaron en su página web, sus programas -que variaban en duración- estaban enfocados “en un vocabulario práctico y efectivo para comunicarse en la vida cotidiana, el trabajo y compromisos internacionales con seguridad y a corto plazo”.

Pero ello no sirvió para evitar terminar condenados a desaparecer tras cuatro décadas en el mercado y con menos de cien alumnos, muy lejos de los 800 que llegaron a tener en sus mejores tiempos.