Chile ha sido cuna de grandes leyendas del tenis. Anita Lizama, Luis Ayala, Jaime Fillol, Patricio Cornejo y Hans Gildemeister son algunas de ellas. Sin embargo, existió un extraordinario jugador del cual no se tiene bastante memoria. De hecho, hay un torneo con su nombre (se juega en el Club Municipal desde 1971), pero las nuevas generaciones no saben de quien se trata.

Hablamos de Efraín ‘viruta’ González. Este jugador nació en Santiago, el 4 de agosto de 1920 y era de origen humilde.

Tenía un talento innato para el tenis, pero desperdició ese don y terminó perdido en el alcohol y en la más absoluta soledad.

‘Viruta’ tuvo una infancia marcada por las carencias afectivas y materiales. Se crió solo en los alrededores del Club santiago y ese acercamiento con el tenis hizo que se iniciara como pasapelotas. Aquello atenuaba un poco su dura niñez.

Su primer trabajo no lo ayudó a salir de la calle, pero más adelante le permitió mejorar notablemente su calidad de vida.

Al poco tiempo pasó de pasapelotas a canchero, y luego a peloteador. Cuando faltaba un rival de algún socio él se ofrecía de sparring.

Eso le permitió desarrollar un altísimo nivel y una extraordinaria condición atlética. Contaba con una técnica envidiable, y en la malla era un felino. Reaccionaba casi al instante y su volea era tremenda.

Carlos Ayala, doble campeón profesional en Chile y hermano del legendario Luis Ayala, doble finalista de Roland Garros, recordó su enorme calidad.

“Era increíblemente rápido y voleaba muy bien. Una vez vino a jugar dobles al Club Santiago y se lució, las hizo todas en la red. Cuando terminó el partido, saltó la red de un brinco para ir a darle la mano a sus rivales. En esa época eso no se veía. Su historia me hace recordar mis inicios con lucho. Nosotros también partimos como pasadores, después fuimos peloteadores y, al final, tenistas. El problema de ‘viruta’ fue que se lo llevó la noche. No hubo caso. Muchos lo quisieron ayudar, pero nunca entendió”, relató el extenista para el libro ‘grandes historias del tenis chileno’.

Su mejor nivel en el tenis lo jugó a los 20 años. A esa edad se coronó campeón de Chile en dobles mixtos junto a Loreto Lizana y, un año después, fue campeón en dobles masculinos con Pilo Facondi.

En 1941, se dio el lujo de vencer al brasileño Alcides Procopio, el mejor sudamericano en ese entonces, y además tuvo el privilegio de jugar un partido de exhibición contra los estadounidenses Cooke, McNeill y Kramer (quien sería número uno del mundo cinco años después).

En aquel encuentro, nuestro tenista nacional la rompió. Hizo dupla con Kramer y su nivel fue tal, que el campeón norteamericano ofreció llevárselo a Estados Unidos, y apadrinarlo en una futura carrera tenística. ‘Viruta’ lo pensó, pero al final se negó.

Con el tiempo, la calidad de González comenzó a decaer. Los excesos comenzaron a hacer estragos en su vida y muchos quisieron ayudarlo a encaminar su rumbo. Uno de sus mayores admiradores fue Artamidoro Véliz, capitán de Carabineros.

“Era un oficial influyente que trabajaba en La Moneda y le tenía buena. En los días previos a algún día importante lo metía preso para cuidarlo. Un encarcelamiento amistoso. En vez de concentrarse como lo hacen hoy los futbolistas o los tenistas antes de una Copa Davis, el capitán Véliz lo metía al calabozo para que durmiera bien y se alimentara”, recuerda Carlos Ayala.

Pero nada de eso dio resultado. Consumido por el alcoholismo, ‘viruta’ tuvo un prematuro final. A sus cortos 30 años fue atropellado y perdió esa movilidad que antes lo caracterizaba.

Tras el accidente se fue al club Ferroviarios, donde trabajó como canchero y peloteador. Murió a los 52 años en la más absoluta soledad.