Fernando González llegaba al Abierto de Australia en 2007 sin nunca haberse instalado siquiera en semifinales de un Grand Slam. Era la cuenta pendiente de una carrera brillante y llena de triunfos.

Pero su juego venía en alza desde la contratación de Larry Stefanki como entrenador. Sus golpes eran más seguros y variados, y las lesiones lo habían dejado en paz. Ya consolidado en el top ten, González esperaba por fin lucirse en uno de los cuatro grandes.

El cuadro lo emparejó en primera ronda con el ruso Evgeny Kolorev, 87° del mundo por aquel entonces. El europeo resultó ser un escollo más difícil de lo presupuestado. Kolorev se llevó la primera manga por 6-7 y estuvo cerca de repetir el marcador en el segundo set, que nuevamente se definió en tie break, pero esta vez en favor del chileno. Recién en el tercer set González pudo hacer pesar su oficio y la diferencia de ránking entre ambos, cerrando el partido con parciales de 6-3 y 6-2.

La siguiente fase lo enfrentó con el joven argentino Juan Martín del Potro, que ya dejaba ver algunos destellos del jugador que es hoy. Tal como ante Kolorev, el inicio fue reñido, apretado, sin concesiones. El primer set se lo llevó González por 7-6, pero en el segundo el trasandino le quebró el saque al triple medallista Olímpico y se lo llevó por 4-6.

La sorpresa fue mayúscula cuando en el tercer set Del Potro volvió a imponerse por 6-7. González estaba contra las cuerdas, no había más margen de error. El ‘Bombardero’ salió con el cañón en ristre al cuarto set, el que podía ser su último en el torneo. En la pista desplegó un juego demoledor y se quedó con la manga por 6-4. Todo se decidiría en el quinto set, pero ahí el físico del tandilense no pudo más y abandonó cuando estaba 4-0 abajo. El nacional había esquivado una bala.

El desafió era mayor en tercera ronda. El rival era Leyton Hewitt, el histriónico ídolo local y ex número uno del mundo. El duelo se disputó en el court central del Rod Laver Arena y en horario estelar. González se echó al bolsillo el fervor del público australiano y sacó lo mejor de sí para imponerse en los primeros sets. Hewitt mejoró en la tercera manga, que se terminó llevando por 5-7, pero el intento de remontada fue frenado por un implacable chileno, que cerró el duelo en el cuarto set con un 6-4.

Archivo | Agence France-Presse
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El triunfo fue resonante, pero, mal que mal, Hewitt ya no era el jugador que deslumbró a comienzos del milenio. El nivel de González requería de un examen ante un top ten para ser aprobado por la elite del tenis. Y esa oportunidad llegó en octavos de final ante el estadounidense James Blake, que en esa época estaba catalogado como el quinto mejor tenista del planeta. Se esperaba un partido extenso y de mucho nervio. Pero no. Con un saque prodigioso y sin conceder ni un solo set, el chileno superó la prueba.

‘Mano de Piedra’ repetiría la dosis en la ronda de los ocho mejores nada menos que ante el español Rafael Nadal, el 2 del ránking de la ATP. Fue un festival de derechazos potentes y reveses cruzados que vapulearon al español. Hasta siete juegos consecutivos le ganó el héroe de Atenas a Nadal. Todo el mundo se rindió ante el tenis que mostró el oriundo de La Reina.

González llegó encumbrado a las semis de un major por primera vez en su carrera. El rival era el alemán Tommy Hass, que también venía con el ánimo a tope luego de eliminar al ruso Nikolay Davidenko y al argentino David Nalbandian. Pero el chileno barrió al germano en apenas 91 minutos de juego con parciales de 6-1, 6-3 y 6-1. Fue el mejor partido en toda la carrera de González. El ‘Bombardero’ tuvo 45 tiros ganadores, no concedió puntos de quiebres a su rival y apenas cometió tres errores no forzados en todo el encuentro. Números de escándalo y casi inéditos en esas instancias.

Su gloriosa marcha en Australia tendría como punto culmine la final ante el suizo Roger Federer, número uno del mundo y que había dominado sin dificultades a González en todos sus encuentros previos. Con el marcador igualado en cuatro juegos en el primet set, ‘Feña’ le quebró el servicio a Federer. Si ganaba su saque tendría la primera manga en el bolsillo y estaría más cerca del gran premio, pero Fededer no se consumió por la presión e hizo pesar su categoría para salvar el set, que se terminaría llevando en el tie break. En las siguientes dos mangas el helvético se impuso sin sufrir demasiado. El sueño de González había terminado en el mismo lugar en que Marcelo Ríos perdió la final de 1998 ante Peter Korda.

A pesar de la amargura propia de la derrota, González guarda el mejor recuerdo del torneo. “Nunca soñé que alguna vez iba a llegar a jugar tan bien como lo hice en esas dos semanas”, afirmó el año pasado

Hasta ahora ningún tenista chileno ha vuelto a escalar tan alto en un Grand Slam. El paso del tiempo agiganta aún más lo logrado por González en ese lejano verano de 2007, aquel en que maravilló al mundo con su mejor versión.