Nick Blackwell tenía una promisoria carrera en el boxeo que terminó abruptamente de un día para otro. Debió retirarse a los 26 años luego de sufrir una hemorragia cerebral en una pelea que pudo dejarlo con secuelas permanentes.

Esta situación abrió un debate a nivel mundial en torno a las condiciones y la seguridad de los boxeadores arriba del ring. Pero partamos del principio. Todo empezó el 26 de marzo del 2016, cuando Blackwell enfrentó a Eubank Jr por el título de peso medio nacional .

Fue un combate violento, donde Eubank dominó de cabo a rabo a base de certeros golpes en el rostro. Ya en el décimo asalto, el juez del encuentro debió para la pelea para que Blackwell recibiera asistencia médica. Hasta el padre de Eubank debió pedirle que parara de golpearlo para evitar una tragedia.

Las causas estaban a la vista. Una nariz destrozada, un ojo izquierdo totalmente hinchado, pero lo más impactante fue un bulto que salió de su frente. El encuentro se dio por finalizado y Blackwell fue llevado directamente al hospital, con una hemorragia cerebral y con oxígeno.

De esta forma le dijo adiós al boxeo y, peor aún, debió pasar siete días en coma inducido por la gravedad de las lesiones “me dijeron que había un 75% de posibilidades de morir. Si sobrevivía, había un 85% de probabilidades de quedar paralizado”, relató el inglés, según consignó Infobae.

Blackwell no se rindió, sacó licencia de entrenador y siguió ligado a su pasión, aunque volvería a tener complicaciones después de un entrenamiento, asi lo relató el boxeador “Morí en la ambulancia después de la pelea de Eubank y me devolvieron la vida. La segunda vez, cortaron una sección de mi cráneo para aliviar la hinchazón en mi cerebro. Lo colocaron dentro de mi estómago para mantenerlo vivo hasta que lo regresaron“.

Este verdadero gladiador tuvo que aprender a hablar, caminar y comer de nuevo. A pesar de que tenía el 75% de probabilidades de morir, Blackwell salió adelante y hoy sus ambiciones están lejos de un cuadrilátero: correr una maratón el 24 de marzo.