Muchas son las historias de deportistas que se transformaron en verdaderos héroes anónimos en el desarrollo de las guerras mundiales. Ya conocimos el caso del italiano Gino Bartali, que salvó incontables vidas judías con solo el pedaleo de su bicicleta, y ahora nos adentraremos en un increíble relato de un campeón olímpico que ayudó a miles de combatientes aliados a sanar de sus heridas, posteriormente, enviarlos a la libertad.

Esta es la historia de Anthoine Beijnen: el héroe de la resistencia holandesa. Anthoine nació el 13 de junio de 1899, en la villa holandesa Ophemert. A partir de 1914 comienza sus estudios y en 1920 se inscribe en la escuela politécnica, en Delft. Quiere ser ingeniero electricista.

Allí no le va muy bien y decide cambiarse a ingeniería mecánica. En esa carrera tampoco tiene éxito, y decide que el estudio no es lo suyo. Entonces comienza a incursionar en el mundo del deporte.

Anthoine descubre su pasión por el remo e ingresa a la asociación estudiantil de Laga donde se hace de amigos, como Willy Rosingh. Terminan siendo pareja en la disciplina de remo.

Aquella asociación rinde sus frutos, ya que en 1923 la dupla conquista el conocido Varsity, el campeonato nacional holandés. Posteriormente se quedan con la medalla de plata en el campeonato europeo.

En 1924 este par de remeros de Laga decide participar en los Juegos Olímpicos de París, en la prueba de dos sin timonel. En tierras francesas la competencia es dura.

A las orillas del río Sena Suiza, Francia, Inglaterra y Holanda se disponen a competir. Antes de la prueba la organización dispone de una nueva regla: el repechaje.

Este sistema permite a los participantes que finalicen en el segundo lugar en los heats preliminares una nueva carrera. Aquel que gane obtendrá un lugar en la final.

De manera inesperada, Suiza se retira de la competencia y la organización, sabiendo que los tres equipos que quedan ya están clasificados para la final, decide echar a correr heats preliminares para así usar su nuevo sistema de repechaje.

Entonces, en ‘semifinales’, Francia se enfrenta a Inglaterra y Holanda se mide ante un rival invisible. Los franceses se quedan con la primera definición y los holandeses, sin ninguna sorpresa, avanzan a la final.

Con todo este circo los tres equipos se disponen para participar de la final, sin embargo, en el último minuto, los ingleses se retiran de la final ya que uno de sus remeros padece de un fuerte dolor de espalda.

Así que la gran definición será entre holandeses y franceses. Anthoine y Willy se suben a su bote, el J.A. van der Vegte, para enfrentar a los galos Maurice Bouton y Georges Piot.

Se inicia la prueba y los holandeses comienzan tomando la delantera. Después de los 1.500 metros son alcanzados por los franceses, pero a 200 metros de la meta se escapan con un poderoso sprint y conquistan la medalla de oro.

Al día los flamantes campeones olímpicos viajan a Zurich, donde conquistan otra presea dorada, en la prueba de dos con timonel del Campeonato de Europa. Además se quedan con la plata en dos sin timonel.

Como es de costumbre, los años pasan. Nuestro héroe se vuelve millonario (esa asesor de varias empresas y además posee campos de orquídea, de una destilería en La Haya y un aserradero en París) y decide que el estudio es ahora algo secundario en su vida, así que decide dejarlo.

Así que abandona la escuela e inmediatamente deja de ser miembro de la asociación estudiantil Laga. ¿Qué consecuencias trae eso? Que Anthoine no puede competir de manera profesional.

Sin embargo, la asociación decide hacer un excepción e incluye al holandés en el equipo de ocho remos, para los Juegos Olímpicos de 1929. En la cita el fracaso es rotundo y quedan eliminados en segunda ronda.

Anthoine, con 29 años, decide retirarse del deporte que tantos éxitos le había traído.

Un nuevo comienzo

Tras su retiro este destacado deportista decide casarse, en 1930, con la famosa cantante eslovaca Erna Hrowath. Como un nuevo comienzo, el holandés construye una gigantesca mansión en el pequeño poblado de Beusichem y vive allí junto a su esposa.

La localidad donde se establece el deportista es conocida por su mercado de caballos, pero para disfrutar de la velocidad Anthoine no necesita de estos animales.

Ante su poca pasión por los corceles decide comprarse un poderoso Bugatti y corre en 1931 y en 1932 el Rally de Montecarlo.

Sin embargo, ninguno de estos desafíos extremos es tan arriesgado como el rol que tomó durante la Segunda Guerra Mundial, como un líder local de la resistencia holandesa.

Y es que durante los ataques, la gran mansión de Anthoine fue usada como cuartel general de los generales nazis, pero lo que desconocían los alemanes era que en su ático escondía a numerosos soldados de las fuerzas aliadas.

Pero, ¿Cómo se inició esta aventura? Todo comenzó cuando los alemanes ganaron la batalla de Arnhem. Por los senderos que cruzan Beusichem deambulaban malheridos, hambrientos y desorientados combatientes aliados atrapados en el campo enemigo. Y este campeón olímpico decide darles refugio.

El general Bernhard Phillippi, que estaba al frente de las tropas de Beusichem, descubre esta casona y decide apoderarse de ella. Anthoine, sin mayores opciones, decide recibirlo y se transforma en un espectacular anfitrión.

Colma a sus huéspedes de regalos y atenciones, sin hacerlos notar de su verdadero plan. Curar a los soldados aliados y planear para ellos complicadas rutas de escape para que estuviesen lejos de la mirada enemiga.

Sin una sola bala, sin un solo muerto, este medallista olímpico salva cientos de vida, y su rol se torna más importante cuando la caída nazi se aproxima.

Cuando los alemanes anticiparon su derrota, Phillippi llama al mariscal de campo Peter Michaelle Blaskowitz, comandante de las fuerzas alemanas en Holanda, a una reunión en la mansión de Anthoine. Era obvio que se tratarían temas de suma importancia, sobretodo respecto a una posible rendición.

El dueño de casa organiza la cita en su biblioteca. Los alemanes no notan un hoyo en el techo de la habitación. Nuestro héroe escucha toda la conversación, la cual apuntaba a retrasar las negociaciones con los aliados, porque temían que los soldados se convirtieran en prisioneros y fuesen enviados a Rusia.

Rápidamente Anthoine transmite la información a las fuerzas aliadas, que saben de antemano que planean sus enemigos. Así que exigen una reunión con los vencidos en Wageningen y estos no tienen opción. Solo escuchan las demandas de los aliados y al otro día firman la capitulación.

La guerra había acabado, pero sin embargo, Anthoine no disfrutaría estos nuevos aires de libertad. Moriría cuatro años después producto de su casi medio siglo de fumar compulsivamente.

Un ataque al corazón se lo llevaría de manera instantánea.