La gimnasta húngara de origen judío Ágnes Keleti es sin duda una de las atletas más grandes de todos los tiempos. Sus logros son tan inmensos como su increíble historia, la cual estuvo marcada por la Alemania nazi y la Segunda Guerra Mundial.

Su espíritu inquebrantable y su tremendo coraje la impulsaron a conquistar cinco medallas de oro, tres de plata y dos de bronce, la mayoría de ellas a la edad de 31 años. Algo histórico en el mundo olímpico. A continuación su historia.

Ágnes nació en Budapest el 9 de enero de 1921. En 1939 se inscribió en el Club Deportivo Vac, de Budapest, exclusivo para judíos. Ese mismo año la gimnasta se coronó campeona nacional, y a los 18 años fue seleccionada para los Juegos de Helsinki de 1940.

Sin embargo, su presencia jamás se concretaría. Esto, pues en Europa comenzaron las agitaciones que desencadenarían en la Segunda Guerra Mundial. El fascismo vs el antifascismo alcanzan sus niveles más críticos.

En Hungría, los nazis presionan al gobernante Nicolás Horthy, un rey sin corona. Si se alió con Alemania y los otros miembros de las potencias del Eje (a cambio recibió tierras que antes había perdido) tiene la obligación de responder con una fuere política antijudía.

El regente se niega pero el conservador Pál Keleti, nuevo primer ministro, aprueba una ley aún más restrictiva en contra de los judíos. De hecho, los define por su etnia y no por su religión, lo que produce una discriminación generalizada.

Además, crea el sistema de servicio de trabajo forzoso, donde cerca de 40.000 judíos son enviados al ejército. Dentro de este terrible panorama se encuentra Ágnes, quien desde ese momento debe decidir que hacer con su vida.

“Ese año murió una parte de mí. Por ser judía me impidieron el acceso a la universidad y me expulsaron del equipo olímpico. Después nos quitaron todo, la casa entera. A los 18 años me quedé sin espíritu y se acabó la celista (era uno de sus sueños). Nunca volvió a tocar. Para sobrevivir comencé a estudiar peletería (técnica dedicada a la elaboración de indumentaria a partir de cuero y piel animal)”, relató la gimnasta en su autobiografía que escribió en 2002.

Los nazis invaden Polonia y comienza la Segunda Guerra Mundial. Rápidamente el Comité Olímpico Internacional cancela los Juegos de Helsinki y los de Londres de 1944. Ese es el primer golpe para Ágnes, aunque lo que vendría a continuación resultaría mucho peor.

Su cita con la historia

El 19 de marzo de 1944 los alemanes ocupan Hungría, sin resistencia. De inmediato, obligan a los judíos a utilizar como distintivo una estrella de David amarilla y los trasladan a guetos. Posteriormente comienza su deportación a campos de concentración.

Nuestra deportista decide que es hora de irse. Para ello se consigue documentos y una identidad falsa. Su objetivo es escapar en la noche de Budapest.

Le cuenta de su plan a su padre, a quien invita a escaparse. Pero la respuesta de su progenitor la descoloca. “No hija, no me iré, estoy muy viejo. Ya no tengo más fuerzas para esto. Si he de morir, moriré en Budapest”.

Con la enorme tristeza de dejar a su familia, Ágnes escapa a una villa cercana a Budapest. Allí encuentra trabajo en una peletería y en una fábrica de municiones. Tras unas semanas decide volver a su hogar. Allí solo encuentra soledad.

Los vecinos le cuentan que la policía militar se llevó a su padre y a sus demás familiares. Su madre y su hermana lograron escapar a tiempo. El legendario diplomático Raoul Wallenberg (conocido por salvar miles de judíos de los nazis) las rescató.

Luego de localizar a su familia vuelve a Budapest y consigue un trabajo como mucama en la casa de un general nazi.

“Sabía del peligro que corría, pero cada vez que podía robaba comida de la despensa del general y los fines de semana la llevaba a mi madre y a mi hermana. Si me hubieran descubierto…Un día me dijeron que el escape estaba cercano. Entonces redoblé mis robos y les preparé una maleta con alimentos. Una noche nos despedimos llorando. No sabíamos si volveríamos a vernos. En el invierno de 1944 Hungría era campo de batalla entre los soviéticos y los ejércitos del Eje en retirada. Durante la batalla por Budapest yo solía hacer rondas matutinas para recoger los cadáveres de quienes habían muerto un día antes y colocarlos en una tumba masiva. ¿Es posible olvidar algo así? Poco después terminó la guerra y durante meses no supe de mis familiares. Un día me reencontré con mi madre y mi hermana. Fueron atrapadas por los nazis y enviadas a un campo de concentración. Sobrevivieron, por fortuna. Mi padre no, por desgracia. Falleció en la cámara de gases de Auschwitz. Siempre sufrí al pensar en lo que eso fue. Él, que quería morir en Budapest. Qué horrible muerte”, lamentó.

Después de toda esta pesadilla los Juegos Olímpicos de 1948 llegaron como un bálsamo para Ágnes, que a sus ya 27 años aún seguía con su sueño intacto. Para esa fecha la gimnasta trabajaba en una peletería y como instructora en la Facultad de Gimnasia de la Escuela de Cultura Física. Además, se alza como campeona de Europa Central.

Sin embargo, tres días antes de la cita olímpica, la tragedia vuelve a azotarla. La húngara se rompió un ligamento de su rodilla derecha y debió pasar los juegos en muletas, alentando a sus compañeras.

“Mi corazón estaba destrozado, no mi rodilla. Creí que todo había acabado. Que nunca tendría una tercera oportunidad”, señaló.

Pero en 1952, en las clasificatorias olímpicas de Budapest, las juveniles gimnastas húngaras se sorprendieron al ver que una mujer, de al menos 10 años mayor que ellas, se preparaba para competir por un sitio en la delegación.

Era Ágnes, quien las derrota a todas. Tras 12 años, debutará en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952.

Allí, se colgó la medalla de oro en la final de piso, la de plata por equipos, bronce en barras asimétricas y por equipos en aparatos portátiles.

Pero eso no sería todo, pues a los 35 años Ágnes se ganaría un cupo a los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956. Ya en la cita se colgaría el oro en barra de equilibrio, oro en barras asimétricas, oro en ejercicios combinados por equipo y subcampeona en aparatos portátiles.

“Me impuse por la pura fuerza de voluntad. Estaba segura de que no ganaría ni una sola prueba, pero tenía un deseo infinito de conocer el mundo”, cerró Ágnes, quien con ese registro se convirtió en una de las atletas de más edad en ganar una presea dorada.